Mientras podían ver ya con claridad a los Seres de Niebla avanzando hacia ellos, la cancioncilla que tarareaba aquella mujer de ojos rasgados, fue poco a poco haciéndose un himno para el combate; y todos los que rodeaban a Samanta participaban de la arenga.
De esta forma, todos los Seres de la Luz eran llamados a la fortaleza y la perseverancia, los de las dos especies, los de toda condición, los de cualquier sexo y edad, los creyentes y los que perdieron su fe… Samanta estaba orgullosa de su tropa; de los suyos…
Los guerreros se preparaban con sus espadas, lanzas y catanas para recibir a las huestes enemigas que cada vez se iban acercando más y más, hasta que ya no hizo falta forzar la vista para distinguirlos.
Sin embargo, antes de enzarzarse en la batalla un humano fuerte y valiente, salió montado en un oso polar, al encuentro de los nebulosos. Todos, hasta Nadia, parecían apreciar que fuera a intentar negociar con ellos, aunque a Sami no dejaba de parecerle una locura y una insensatez.
Parecía que dialogaban con tranquilidad… Quizá llegara a un entendimiento con Sua liderando a las fantasmales criaturas. Sus ojos rojos se apartaron por un momento del emisario de paz, para entornarlos despectivos, en Samanta y los demás.
Entonces se volvió para buscar su espada, y sin que nadie lo esperase, cortó la cabeza del emisario. La cabeza rodó por el suelo, y el cuerpo del negociador cayó sin vida; el oso en el que iba sentado, reculó asustado de la algarabía y las risotadas de ese bando obcecado solamente en acabar con la Luz.