El Ser de Niebla no quitaba ojo del Eje del Mundo… Antes de que Samanta se decidiera a clavárselo, se retiró, escapando en volandas por las callejuelas.
Sami se acercó a su como carbonizado amigo, cada vez más a medida que la sangre se aposentaba en su piel cubriendo enteramente su rostro, su cuerpo y todos sus miembros. Se agachó ante Tirso que le agarró la muñeca reciamente:
- Estamos muertos los dos, Sami. Y, el destino es el mismo para nosotros… Los dos acabaremos convirtiéndonos en Seres de Niebla… Quizá, yo antes que tú, me veo mucho más afectado por el látigo de Silvia…-.
- ¡He dicho que te olvides de ella! ¡Ese personaje inmundo no es Silvia! ¡Ha desaparecido, Tirso! ¡No está! -, se sinceró la chica, sufriendo mortalmente lo que estaba diciendo.
Tirso, que se había ido poniendo de pie lentamente, agachó la cabeza, dándose cuenta de que llevaba razón.
Era una figura de alquitrán. Estaba recubierto de esa especie de gangrena degenerativa, que como si fuera un capullo de seda, le haría luego en vez de mariposa, un febril y malévolo vasallo de Sua. De su color de luto, sólo sus ojos bañados en lágrimas y sus dientes como la nieve recién caída del cielo, contrastaban con la oscuridad de sus músculos y tendones. Pero, todo esto no era comparable a la tristeza que sentía por saber que sin remedio, se iba a convertir en un Ser de Niebla.
Salió un montón de gente de la sala de música.