“EN OTROS MUNDOS” (85)

     El Ser de Niebla no quitaba ojo del Eje del Mundo… Antes de que Samanta se decidiera a clavárselo, se retiró, escapando en volandas por las callejuelas.

             Gangrena      Sami se acercó a su como carbonizado amigo, cada vez más a medida que la sangre se aposentaba en su piel cubriendo enteramente su rostro, su cuerpo y todos sus miembros. Se agachó ante Tirso que le agarró la muñeca reciamente:

                  -    Estamos muertos los dos, Sami. Y, el destino es el mismo para nosotros… Los dos acabaremos convirtiéndonos en Seres de Niebla… Quizá, yo antes que tú, me veo mucho más afectado por el látigo de Silvia…-.
                              -    ¡He dicho que te olvides de ella! ¡Ese personaje inmundo no es Silvia! ¡Ha desaparecido, Tirso! ¡No está! -, se sinceró la chica, sufriendo mortalmente lo que estaba diciendo.
     Tirso, que se había ido poniendo de pie lentamente, agachó la cabeza, dándose cuenta de que llevaba razón.

     Era una figura de alquitrán. Estaba recubierto de esa especie de gangrena degenerativa, que como si fuera un capullo de seda, le haría luego en vez de mariposa, un febril y malévolo vasallo de Sua.      De su color de luto, sólo sus ojos bañados en lágrimas y sus dientes como la nieve recién caída del cielo, contrastaban con la oscuridad de sus músculos y tendones. Pero, todo esto no era comparable a la tristeza que sentía por saber que sin remedio, se iba a convertir en un Ser de Niebla.

                            Salió un montón de gente de la sala de música.

“EN OTROS MUNDOS” (84)

    Decidió Samanta dejar de presenciar ese espectáculo tan horrendo, al no saber qué hacer para librar a Tirso… Y convidó a La Niña a que saliera corriendo en busca de ayuda.

              -    ¿A quién se lo voy a decir? -, renegó la pequeña, recordando que nadie del mundo terrenal podría ver la pelea en la que el Ser de Niebla tenía todo ganado.

                               Y además, Samanta empezaba a sospechar que La Niña tampoco podía ver con precisión lo que pasaba con Tirso y el fantasma oscuro… ni siquiera a ella… Lo creyó ya con más firmeza cuando comenzó a hablar con ésta, sin que le mirase a los ojos…

                                         – Sólo me escuchas, ¿verdad? -.

              – Sí, Samanta… Esa es la verdad… Os estáis borrando de mi mundo, ya a duras penas puedo oíros. Casi no puedo veros, sólo sois sombras y humo para mí -, dijo La Niña compungida.

                                  Soledad

     Pronto, todos ellos desaparecerían para siempre. La Niña pertenecía al mundo de los vivos, todo se haría niebla y los muertos se confundirían con la noche.

             -    ¿Sami? ¿Sami? ¡Ya no te veo! ¡Esto no es justo! ¡No puedo verte, Sami! ¡Ni a Tirso, ni al Ser de Niebla! -. Estaba nerviosa, y otra vez se encontraba sola en el mundo. No podía soportarlo más, y huyó confusa del lugar, rota de dolor y sin hallar consuelo.  

     Agonía de Tirso       Samanta dio un paso hacia Tirso, que lleno de sangre, se retorcía en el suelo, esperando otro nuevo golpe del látigo del Ser de Niebla. Ella acarició el Eje del Mundo, que La Niña había puesto en sus manos…

“EN OTROS MUNDOS” (83)

-    ¿Podrías clavarle la lanza a Silvia? -, dudó La Niña, ofreciéndole el Eje del Mundo.

                      -    Ya no es ella, tú misma lo dices… No había pensado nunca que se la clavaría a Aníbal, y lo hice, por nuestro bien -, manifestó Sami, mientras mantenía entre sus manos la afilada arma.

     Le costaba demasiado… Quizá se había precipitado en pensar que podría acabar con el Ser de Niebla, que ya había flotado en el aire y estaba por encima de la cabeza de Tirso.

                           ¿Y si hubiera otra solución para no matarla? ¿Si pudiera volver a ser humana, si pudiera regresar desde lo más tenebroso siendo de nuevo Silvia? Tirso debía estar reflexionando en lo mismo, y se contuvo cuando el látigo le encorsetó, y empezó a darle vueltas con la función de marearlo y confundirlo, para que no pudiera rebelarse al ser castigado por el ente.

                                           Cuando cayó al suelo casi no respiraba… El látigo del Ser de Niebla resplandecía en la noche lluviosa, y arqueando la espalda fue asumiendo el escarnio escalofriante al que estaba expuesto. Aún el pobre Tirso, dejaba escapar unas mortecinas palabras:

                               -    ¡Dejadla, dejadla! ¡Ella está peor que yo! -.

                   Samanta se enorgulleció de su amigo… A ella le gustaría llegar a ser así, llegar a amar a alguien como Tirso lo hacía a Silvia, amar por encima de la vida y la muerte. Quizá lo hubiera hecho ella por Fabio, pero no estaba plenamente segura.

“EN OTROS MUNDOS” (82)

     Al voltearse, pudo contemplarla de nuevo en toda su oscuridad. Era un Ser de Niebla, ya no quedaba nada de Silvia… Silvia, Ser de Niebla

                Con la impresión de lo que había pasado con Fabio, Tirso y los demás se habían olvidado de la amenaza del fatal ente. Y, con certeza, este Ser hubiera querido llevarle su alma a Sua, para que estuviera con él por siempre en el Averno… Menos mal que el Ser de Luz se le adelantó.

         -    ¡Corre, Tirso! ¡Vámonos, tenemos que irnos! ¡Rápido! -, legritaban Samanta y La Niña, mientras un sudor frío y neurálgico, las empapaba más que la lluvia que estaba cayendo.

     Tirso estaba bloqueado… Estaba paralizado, como petrificado, ante el látigo fulgurante y centelleante, que buscaría hambriento su dolor.
          Él ya no podía escuchar a sus amigas, sólo el chasqueo del látigo al golpear el suelo, como un previo ensayo de lo que le iba a suceder.

                                   La dulce Silvia se había convertido en eso, y él en el más débil y endeble de este mundo. Justo antes de que le atacara segándole la vida, acertó a silabear su nombre, el de la que había desaparecido ya:

                                     -    Sil… via… ¿Por qué haces esto? -, retorció Tirso, arrodillado en el suelo, rogando que el látigo le prodigara una muerte más fulminante que la de otros.

                      Samanta se acordó de la lanza con la que acabaron con el Ser de Niebla de Aníbal.

“EN OTROS MUNDOS” (81)

     Antes de que pudiera pronunciar una sílaba, Samanta se vio sorprendida por el resplandor incandescente de un agujero dimensional. Apartada de esto, junto a La Niña y Tirso, interpretó que era uno de los generados por  el Ser de Luz.

                   Este Ser les saludaba cordialmente, y al salir de los anillos resplandecientes, se dispuso frente al cadáver de Fabio. Entonces, abrió los ojos y se incorporó, dándole después la mano al Ser de Luz para incorporarse…

                           -    ¡Estás vivo, Fabio! ¡Estás vivo, es un milagro! -, exclamaba su novia queriendo acercarse… Se lo impedían con todas sus fuerzas entre la pequeña y su compañero, al no comprender lo que estaban advirtiendo embelesados.

                                             Al tocar al Ser de Luz, Fabio se descompuso en Fabio en lucesmillones de luces diminutas, y Samanta se convenció de que era su espíritu el que ahora pasaba a formar, en pedacitos incandescentes, del Ser de Luz. Así es que se enteraría que el Ser de Luz no era otra cosa, que cachitos de las más bondadosas almas humanas… las de los hombres y mujeres más piadosos y humildes del mundo… las que habían sufrido bastante ya en esta dimensión tan codiciosa y egoísta.
     Por último, se vio entrando a la iluminada figura en el túnel de rayos y anillos refulgentes y esplendorosos, mientras los tres se pellizcaban entre ellos para persuadirse de que estaban despiertos.

                La Niña sonríe serena Tan efervescentes  estaban por lo que acababan de presenciar, que no les importaba que la lluvia comenzara de nuevo, después de la tregua que había mantenido durante el rato en el que el Ser de Luz se había llevado consigo a Fabio a un lugar, con seguridad, mejor que los Avernos de Sua, y mejor que este mundo… nuestro purgatorio particular.
     Tirso tenía la impresión de que alguien le observaba…

“EN OTROS MUNDOS” (80)

    El dolor no tenía cabida en el corazón de Samanta al contemplar el cuerpo inerte e indolente de su amor. Arrodillada en el suelo junto a Fabio, quería tocarlo, acariciarlo una vez más, sentir su calor, su tacto… Fabio en el suelo

                       Sin embargo, era imposible, ya no era ella; y aunque lo fuera, él ya no estaba vivo. Su  rigidez y el hilillo de sangre que le salía de la nariz, confirmaban que “su estallido” contra el asfalto había sido demasiado fuerte.

                             Tirso se agachó a su lado… Él comprobó que sus constantes vitales habían desaparecido.

                    -    Lo siento, Sami… No hay nada que hacer, ya no pertenece a este mundo -, dijo Tirso, acomodando el cadáver.

     Empezó a llover, al principio tímidamente, para convertirse poco después en una lluvia torrencial… Era como si alguien de allá arriba se entristeciera por lo que estaba pasando.
     Los goterones calaban a Tirso,  y el agua caía abundante por sus mejillas y su cabello tostado; contrastaba con lo que Samanta experimentaba al no mojarse en absoluto, a pesar de ver como la ininterrumpida lluvia, mezclada con sus salinizadas lágrimas, iba atravesando como si fueran cuchillos, su cuerpo cada vez más transparente y nebuloso.

                                  Se preguntó si cuando fuera un Ser de Niebla, podría ver a Fabio de nuevo. Quizá La Niña tendría las respuestas que tanto la angustiaban. Sami acudió hasta debajo de la repisa en la que se había protegido de la tormenta.

“EN OTROS MUNDOS” (79)

 La Niña, alarmada, fue hasta Samanta y prensó su mano.

                           -    ¡Sami, nos hemos equivocado de movimiento! Tenías razón en pensar que Fabio nos necesitaría -, señaló aturdida, percatándose que se iba a suicidar tirándose de lo alto de un almacén contiguo.

                                                              -    Pero… ¿Qué hace ahí arriba? ¿Qué hace? -, repetía la joven, corriendo hacia la escena con Tirso y la pequeña.

                 Samanta miraba hacia Fabio, que no se sabía observado por su novia; sólo por un hombretón que era Tirso en realidad, y por una niña que se desgañitaba diciéndole que no lo hiciera. También su novia quería convencerle de que no se arrojara al vacío, aunque él no podía escucharla por no pertenecer a ese mundo.

                                                             -    ¡Por Dios, Fabio! ¡No lo hagas! ¡Yo estoy cerca y te voy a ayudar! ¡Fabio, no puedes hacerlo…! -, rogaba ella sin que la pudiera oír.

 Fabio y su mundo derrumbado   Desde que Sami desapareciera, todo había ido de mal en peor: le habían echado del trabajo, su alegre carácter había cambiado y a consecuencia su familia y verdaderos amigos ni le hablaban, le amenazaban con embargar su vivienda, y últimamente había abusado demasiado de las pastillas de éxtasis y el alcohol. Nadie querría verle ya tan echado a perder, pero él creía que ya no podría soportarlo más; y que ya había caído tan bajo, que la muerte sería la única solución para reparar su miserable vida.
     Él no sabía nada sobre la vida y la muerte, pero se le veía convencido a acabar con una y empezar a divagar por los interrogantes de la otra. Fabio contó hasta tres y luego saltó…
                      Salto

“EN OTROS MUNDOS” (78)

  Samanta iba tras los firmes pasos de su novio. Algo la estiraba de la ropa para que frenase la trayectoria.
     Resultó ser un alguien… Era La Niña:

                  -    Me ha parecido ver a Tirso por esa otra parte. ¡Vamos allá, por favor! Luego volvemos a ver qué hace tu chico… No tardaremos ni un minuto -.
 

                     No es que la convenciera mucho, pero la insistencia de La Niña acabó materializándose en que las dos fueron en busca de Tirso.
      Y exactamente, allí estaba él, a un par de metros de Silvia que no paraba de toser y de contorsionarse. De Silsia a Ser de Niebla Tirso quería acercarse, pero Silvia le gritaba que no lo hiciera y que permaneciera fuera de su alcance. Sami ya había vivido eso, cuando Aníbal se convirtió en Ser de Niebla; seguramente, era lo que ahora le estaba ocurriendo a Silvia…

                             Poco después se iba descomponiendo y un espeso humo cubrió todo, para finalmente concentrarse en un intrínseco cuerpo que ya no era el de la muchacha, sino el de un Ser de Niebla, mezquino y miserable.

               -    ¡No te acerques, Tirso! ¡Ya no es Silvia, no queda nada de ella! -, clamaba Sami desde la voz de la experiencia.
                -    ¡Dice la verdad! ¡No hay remedio! ¡Alejémonos, ella es ahora un Ser de Niebla! -, clarificaba La Niña con la intención de que no avanzara más hacia el ente.
 

                          Tirso las miraba conmocionado, mientras el Ser de Niebla ya formado, sacaba con gran disimulo su brillante látigo, sediento de sangre.

“EN OTROS MUNDOS” (77)

     No estaba tan alegre y dicharachero como siempre había sido. Fabio era encantador de todas formas, hasta cuando Sami y él discutían cabría pensar en una reconciliación apoteósica y enardecida.

                Sami, distorsión

                       Samanta estaba enfrente de él, y verdaderamente era desconsolador para ella que éste no pudiera verla. Ella intentaba tocarle, acariciarle la cara, pero no obtenía respuesta alguna… Después le regaló un beso en los labios, y sólo sintió un escalofrío que logró sacarlo de sus tan ocultos ideologías del momento.

                      No reconoció ni su calor, ni su amor… Estaban tan cerca, y a la vez, era como si kilómetros y kilómetros los separasen… En fin, ella no querría admitirlo, sin embargo, sabía perfectamente que no podía verla, porque ya había empezado su transformación; era ella un fantasma ya, y próximamente sería un Ser de Niebla…

     Antes de que pudiera llorar, Fabio dejó  el cubata encima de la barra, y bruscamente salió al exterior alertando a los acompañantes que le pedían explicaciones, de que necesitaba salir fuera para tomar el aire.
     Su novia Sami le siguió como si todo lo que una vez le hubiera importado, se hubiera borrado de un plumazo, y perteneciera al aderezo de otro mundo. La Niña, detrás, iba detrás, aunque no aprobaba lo que la otra hacía; suponía que debería haberse centrado en encontrar a Silvia y a Tirso.

                   En el exterior hacía frío… Fabio corrió hacia la calle posterior.

“EN OTROS MUNDOS” (76)

                         Música 

  El pasillo hacia donde todos estaban reunidos parecía más largo de lo que era. Al entrar en la sala vieron que todos bailaban una especie de música tecno que les hacía moverse como pescadillas recién pescadas, a las que les faltara el aire para respirar.

                       Samanta no dejaba de buscar a Tirso y a Silvia… Su disgusto creció al apreciar que nadie la estaba sintiendo, nadie podía verla… No se apartaban para que pasara, ni siquiera la miraban… Buscó en La Niña una explicación de esto:

                                   -    Cuando Aníbal te dijo que Silvia y tú estabais muertas por haber pasado al Averno por el agujero de Sua, estaba en lo cierto. Yo pensaba que todo sería revocado si conseguíais volver a vuestra dimensión, a la real en la que ahora estamos, pero me equivoqué, los demás no te ven… ni a Silvia. Eso es porque realmente estáis muertas  y no hay marcha atrás -.

            -    Pero… tú puedes verme -, mencionó Samanta dolida, aunque sin poder llorar.

                                 -    Claro, y Tirso también… Creo que nosotros todavía podemos veros porque el Ser de Luz nos dio el poder, pero el efecto se irá pasando. Ahora mismo te veo borrosa… Cuando acabes convirtiéndote en Ser de Niebla, quizá ya no pueda   verte -, respondió la chiquilla.

     No quería que la viese tan cariacontecida. Sami apreciaba la sinceridad de la pequeña; no obstante había sido fría y dura en sus evaluaciones. Se giró entonces, y no pudo ocultar su sorpresa al ver al que había sido su amor siempre, a pesar de haberse perdido en cementerios, hospitales, avernos, y visitar otros mundos.

                     A pesar de estar muerta seguía queriendo a Fabio, que apoyado en la pared daba pequeños sorbos a un cubata que tenía en la mano.

                Ojos tristes de Fabio