Fue la primera víctima en aquel combate de los Seres de Niebla… De su cuello cercenado aún emergía la sangre del desgraciado mensajero de paz; cuando su cabeza dejó de rodar, todo él se llenó de luz, y al momento se convirtió en una estatua como de cemento y hormigón. Las dos partes del cuerpo del varón explotaron ante los ojos incrédulos de Samanta y todos sus compañeros, como si hubiera tenido dentro sendas cargas de dinamita o pólvora.
El hombre se hizo mil pedazos, y luego desapareció como si jamás hubiera existido… Su cuerpo y su alma habían muerto ya para siempre por la espada de Sua…
Los guerreros de la Luz corrieron con sus armas en alto hacia los Seres de Niebla, que estaban muy quietos; parecía que les diera igual la actitud amenazante de los otros… Estaban a diez pasos de ellos, cuando a los nebulosos no se les ocurrió otra cosa, que desvestirse completamente, quitándose toda capa, túnica o sayo; nadie así podía distinguirlos de forma fiel y fehaciente.
Los Seres de Niebla eran sólo Niebla, y casi siendo invisibles comenzaron a mezclarse con los aliados de la Luz, confundiéndolos totalmente.
Samanta y Nadia se miraron desconcertadas, mientras la niebla las iba cubriendo de una oscuridad sorprendente, que empezaba a soterrar sus ánimos y sus voluntades. La pareja de enfrente que antes cantaba, se habían sentido muy seguros de sí mismos hasta ese momento.
Todo se había hecho silencio, y la necesidad primera de esa guerra se tambaleó… Quizá la apreciación de poder acabar con el Averno fuera errónea.