Vio con perplejidad como Aníbal vulneraba la ley de la gravedad, y levitaba por encima de ella. Algo estaba pasando en su interior; su cuerpo desnudo estaba empezando a quebrarse, y la luz y la sangre se mezclaban con atenazadores alaridos, que el muchacho no paraba de emitir.
Luego, todo su cuerpo se entintó de negro como si estuviera enteramente quemado, y se fue descomponiendo en cuadraditos muy pequeños, como cuando hizo Sua anteriormente para convertirse en dragón. Sin embargo, Aníbal no se transformaría en un dragón…
Entre inquietantes quejidos y lamentos, desapareció ante la aterrorizada mirada de Samanta, quien consternada y desolada decidió continuar hacia delante ella sola, y salir de ese agujero que aún seguía derrumbándose. Se apoyó en la pared para dar el siguiente paso con cuidado de no pisar ninguno de los cachitos en los que Aníbal se había fragmentado.
Justo entonces, Sami observó como de uno de los cuadraditos salía humo y ceniza después… Cada uno de ellos corría a encajarse con otro como si fueran las piezas de un puzzle…
Samanta no quería ya quedarse a curiosear… Sólo le preocupaba salir de allí…
Debía llegar hasta la salida; no pensaba en otra cosa… Cuanta más prisa se daba, más largo parecía hacerse el pasillo. Hasta que no pudo escoger entre perder de vista o no al inexistente ya Aníbal.
La sobrevoló: los pedacitos de Aníbal se habían unido y habían conformado el cuerpo nebuloso y vaporoso de un Ser de Niebla.
marcha.
En su lugar, pudo ver la cabeza del Dragón Sua que intentaba colarse por la espiral para darles caza. No alcanzaba a entrar por el estrecho agujero, no obstante, no dejaba de intentar a empujones que se ensanchara y poder pasar por el túnel.
Tirso y La Niña pudieran volver al mundo de los mortales, junto a sus amigas Silvia y Samanta. En breve, Tirso apareció y estuvo platicando a Nadia que había examinado escrupulosamente las heridas de Teo, y parecía que el avance de esa especie de gangrena repugnante había frenado de momento.
que su caída frenaba en seco, y se posaban en el suelo suavemente sin el más mínimo golpe, desafiando absolutamente la gravedad, como quería hacer Aníbal.
Aníbal y Samanta estaban descolocados, pero esto, les daba un tiempo fabuloso para huir de la fortaleza… La puerta estaba cerrada… Intentaron desatrancarla sin éxito, así que decidieron subir por las escaleras, como habían hecho anteriormente los sujetos del sótano.
enojado, echando espuma por la boca y gritando que nadie iba a lograr desertar del Averno. Sus ojos rojos inyectados en sangre, recordaron a Samanta la primera vez que lo vio antes de que conociera que en el mismo mundo había otros solapados; otras dimensiones a las que uno podía llegar a través de dos clases de agujeros negros… los de Sua que absorbían todo vorazmente hacia el Averno, y los del Ser de Luz por los que la elección de escogerlos sería libre y voluntaria…