Ya estaban en los sótanos, cuando Samanta salió corriendo hacia el calabozo de Silvia. La puerta seguía estando obstruida, así que abrió la mirilla:
- ¡Silvia, Silvia! ¿Dónde estás? ¡Vamos a sacarte de aquí ahora! ¿Silvia? -.
No podía verla… ¿Sería demasiado tarde ya? ¿Se habría transformado en un Ser de Niebla? Sami no podría soportar este trágico final para su amiga, y que transitara eternamente por el Averno, o los mundos en los que Sua la tendría a su disposición.
Sólo unos segundos después llegaron Teo y Nadia hasta donde ella estaba, y sacaron la llave maestra: la contemplaban como petrificados… Hasta que Samanta se la quitó de las manos a Teo, y se dispuso a probarla en la cerradura del presidio de Silvia.
- ¡No seas impaciente, Sami! Primero rescataremos a tu amiga, pero luego abriremos todos los demás calabozos de quienes están cautivos aquí -, aclaró Nadia un poco contrariada por el ímpetu de la chica.
A ella sólo le preocupaba que Silvia no estuviera bien, y en su afán de encajar la llave, no cabía lugar para los buenos comportamientos, ni para las mejores maneras.
La puerta cedió, y Samanta entró, desesperada por encontrar a su amiga… Parecía que allí no había nadie, y se imaginó lo peor…
Detrás de ella, Nadia la veía tan afectada, que no sabía si abrazarla o apartarse y dejarla sola. Teo, que estaba en el umbral, se fijó que en un rincón había amontonado y en desorden un montón de ropa oscura y bruna.
Se acercó con cuidado…