A pesar de que se sintió llena de gozo al comprobar que era Nadia la que estaba entrando en la cabaña, guardó silencio y compostura hasta que la puerta se cerró, y los Seres de Niebla que la acompañaban continuaron su camino.
– ¡Nadia, que estoy aquí! -, exclamó Samanta, mientras se abrazaban.
Estaba emocionada, aunque no dejaba de preguntarse por qué había vuelto al Averno.
- Lo que más deseabas era salir de este lugar infernal… Huiste con Aníbal, con Silvia, con La Niña, con Tirso… Entiende mi confusión, Sami -.
Le explicó que desde el momento en el que ella y Silvia habían sido absorbidas por el agujero de Sua, fueron castigadas a convertirse gradualmente en Seres de Niebla, que ni cómo pensaban todo se iba a invertir al pasar al mundo terrenal, por los anillos dimensionales del Ser de Luz.
- ¿Y dónde están los demás? -, preguntó Nadia, buscando en todos los rincones de la casa.- Bueno… Aníbal comenzó su metamorfosis a Ser de Niebla antes de salir de los aros; nos amenazaba a La Niña y a mí con devolvernos a Sua, y muy a mi pesar tuve que matarlo con esto, con un Eje del Mundo -, manifestó señalando la lanza que llevaba a su espalda.
Se imaginó ella sola que Silvia ya se habría transformado… Casi no podía creer que Tirso también fuera ahora un Ser de Niebla, y que La Niña hubiera perdido la facultad de verlos:
- Es muy triste lo de la chiquilla, pero es que ya no sois de su mundo… Habéis hecho bien en venir los tres al Averno… Tendrás que olvidarte de Tirso y Silvia, ya no son humanos -, dijo gimoteando.