“EN OTROS MUNDOS” (45)

     Ésta comprobó que era Teo el que tocaba la puerta, y se rió de sí misma cuando sólo hacía un momento había pensado lo peor.

                -    ¡Vamos, Samanta! ¡Date prisa! Tienes que vestirte con las ropas que he robado a los Seres de Niebla… A Nadia también le he llevado el vestuario; vendrá en cuanto se lo haya puesto -.

     El hombretón  entró en la chabola sin más con el objeto de no ser descubierto. Dejó los negros ropajes en las manos de Sami, y se dirigió a la portezuela, que estaba entreabierta para poder vigilar que en el exterior nada se moviera. Ella se puso la capa y se echó la capucha; buscó luego la aprobación de Teo…

                                   Encapuchada
 

                            -    ¿Qué tal, Teo? -, inquirió la muchacha, mientras posaba como para un reportaje fotográfico.               -    ¡Bien, muy bien! La palabra que te define no es guapa, es IRRECONOCIBLE. Es perfecto, pareces uno de ellos -.

     No estuvo tan segura de ello hasta que no vio a Nadia que llegó envuelta ya con los atuendos de los Seres de Niebla. Samanta se asustó, hasta que habló y se quitó la capucha.

                                               -    Mientras la llevas puesta es como si tú misma te borrases, como si te ofuscases, como si te confundieses con la oscuridad y las tinieblas… Pero, gracias a que no somos aún Seres de Niebla, por lo menos yo, no nos convertimos en humo y desesperación sin ningún sentimiento humano como son ellos -, expuso Nadia, a la vez que arrullaba a Teo.
                         -    Pues, Nadia… Tú también estás… IRRECONOCIBLE -, sugirió Samanta en un guiño empático con Teo.

     Salieron de la choza. Estaban preparados para cruzar los muros de la fortaleza de Sua.

“EN OTROS MUNDOS” (44)

    No le gustaba demasiado que le dieran esa orden disfrazada de sugerencia, pero Sami se mordió la lengua y calló como una muerta. En realidad, Teo y Nadia estaban haciendo sólo lo que les parecía mejor; además, Samanta, a pesar de llevar en el Averno unas cuantas semanas, no era allí más que una recién llegada… Y lo más inteligente era dejarle al dueto de veteranos llevar la batuta.
       Como siempre cuando pasaba de una choza a la otra, fue lo más prudente y sigilosa que pudo; De choza a choza y nadie la vio transitar hasta su chabola… Se ocultaba entre las hierbas sin que se la viera. Una vez en la cabaña, Samanta cerró la tosca y rudimentaria portezuela, y respiró profundamente aliviada de espaldas a ella.

     Estaba muy nerviosa y no dejaba de caminar de un lado a otro. No dejaba de imaginar que ocurriría si no encontraban en la fortaleza a Silvia y a Aníbal, si los Seres de Niebla descubrirían lo que querían hacer, si Sua les molería a latigazos nada más enterarse de su atrevimiento al revelarse sus intenciones. La espera hasta que Teo tocara en la portilla se le hizo larguísima.

     Antes de abrir, manejó la posibilidad de que no fuera él. Se quedó allí petrificada, considerando que si no era Teo, no podría escapar… Si eran los Seres de Niebla, no convendría de ninguna manera ponerles las cosas difíciles, porque fuera como fuera, Samanta era ya su prisionera.
     Los golpes en la puerta se repetían. El corazón de Sami latía con fuerza… Se mordía los labios… Le temblaban las manos, pero no tenía frío; y a la vez, notaba cómo le corrían gotas de sudor por la espalda, pero no tenía calor…

“EN OTROS MUNDOS” (43)

     Cuando estuvo vivo, Teo hacía muchos trabajos en interiores, y ahora Sua se enorgullecía de su labor como Detalladero. Él era uno de los que nadie se hacia preguntas si quería entrar a la fortaleza; sus tareas de decoración eran sobresalientes para Sua, y los Seres de Niebla no debían interferir en ellas.
     El plan de Nadia era acceder con él al interior del edificio. Samanta se cruzó de brazos:

                  escéptica

     -    A ver… No sé si me convence ese plan… Nos apresarán a los tres, y eso sí, pronto iremos a hacerles compañía en próximos calabozos a Silvia y a Aníbal… -.
                         -    No creas que soy tan tonto para llevaros allí a cara descubierta… Tengo acceso también a unas capas que simulan las de los Seres de Niebla:

          Capas de los Seres de Niebla Mañana mismo, sacaré dos y así me escoltareis como si fuerais dos  de esos nebulosos hasta el centro de la mansión de Sua. Buscaremos los calabozos hasta dar con tus amigos, y los sacaremos de allí, ¿qué te parece, Sami? -, declaró Teo sonriente.

    Mal, el plan a Samanta le parecía rotundamente catastrófico y ridículo. Nadia y Teo tenían buenas intenciones, pero lo que ella quería únicamente, era sacar de su prisión a Silvia y Aníbal. Les miraba seria y en silencio.

     A la pareja les parecía una buena idea realizar el rescate de esa forma, pero realmente no tenían nada que perder, estaban ya condenados. Samanta seguía pensando que aquello era un suicidio, y se sintió egoísta por una vez: pensó en dejar todo y buscar otro agujero dimensional que con suerte la llevase a su mundo, al que echaba tanto de menos, y en el que nunca hubiera sospechado que acabaría en el Averno.

     Le dijeron que fuera a su cabaña; que pasarían a buscarla en cuanto hubieran preparado todo.

“EN OTROS MUNDOS” (42)

     Samanta no pudo ocultar una fulgurante expresión de horror en su rostro, cuando vio aquella parte negruzca del cuerpo de Nadia… Su abdomen desnudo se estaba pudriendo y resultaba tan aversivo, que hasta ella misma apartaba la mirada resignada.

              -    ¡Ya sé que es repulsivo, Sami! Sólo quería que supieras que cuando se está encerrado en los calabozos de Sua, todo el progreso de depresión y devastación de uno mismo avanza más rápidamente para que nos convirtamos en Seres de Niebla: mientras trabajamos en la fortaleza el proceso se ralentiza, pero mientras estamos allí encarcelados pensando que ya no hay forma de dejar el Averno, la putrefacción y la consunción total de nuestro espíritu van minándonos por dentro para finalizar con la transformación fatal… -.
                                    -    ¿Quieres decir que esto les puede pasar a Silvia y Aníbal? -.

     Bajó la cabeza, como confirmando que efectivamente podían no estar igual, como los habían visto por última vez. Se cubrió de nuevo, e ignoró que Sami la hubiera estado examinando con ojos de espanto hasta hacía un par de segundos.

       Tenía razón… Silvia y Aníbal llevaban ya demasiado tiempo confinados en las mazmorras de Sua, y era más que posible que como Nadia cuando estuvo allá, hubieran empezado a pudrirse, primero su físico, para acabar con la pudrición de su alma y convertirse en Seres de Niebla a todos  los efectos.

     Después de esto, volvieron con Teo. Él abrazó fuertemente a Samanta; se la veía muy afectada a continuación de la exposición. Abrazo con Teo

                                        -    Vamos a sacarlos de allí -, sentenció el hombre con voz firme y segura.

                                                             

“EN OTROS MUNDOS” (41)

     ¿Se podría fiar de ella? Acababa de confesar que cuando estuvo viva fue una asesina, una celosa compulsiva que no tuvo escrúpulos a la hora de matar a otro ser humano. Tal y como fuera, Samanta tenía que seguir escuchando a Nadia y a Teo; eran los únicos que la ayudarían en el Averno para volver a ver a Silvia y a Aníbal.

                                           Conversando

      Una pregunta de Teo le confundió aún más:

        -    ¿Estás segura de que quieres verlos? -.
                        -    ¡Por supuestísimo, Teo! ¡Y quiero sacar de ahí a Silvia y a Aníbal! ¡Y nos marcharemos de este sitio terrible…! -, contestó Samanta muy crispada.
                                         -    No malentiendas lo que Teo dice; no es que no quiera ayudarte con la liberación de los chicos, es que si lográis salir no vais a tener donde esconderos -, aseguró Nadia, que ya había estudiado planes mucho antes  para salir de allí.

     Lo que Sami quería era por lo menos ver a Silvia; lo demás no le importaba. El destino provendría si saldrían luego del Averno o no.

                               -    Puede ser que no la encuentres como la dejaste… -.

     En un principio, no acertó a comprender por qué le decía eso… Entonces, Nadia se la llevó a un lugar más apartado de la cabaña, y se remangó la camisa: una mancha negra como el petróleo recorría parte de su cuerpo, la que ocultaba bajo sus ropas, discretamente.

“EN OTROS MUNDOS” (40)

     Ella dejó a un lado su algarabía, para explicar a Samanta:

             -    Teo es un Detalladero… Los Detalladeros y Detalladeras se encargan de la decoración de los interiores de la fortaleza de Sua. Yo también fui Detalladera cuando llegué al Averno, y es que al saber Sua que en mi vida terrenal había sido pintora, estaba convencido de que podía hacer un buen trabajo en sus aposentos -, dijo Nadia.

                                  Nadia, la pintora

                    -    ¿Así os conocisteis Teo y tú? -, inquirió Sami.

     El hombretón se acarició la barba, y continuó él con la historia:

                                  -    Coincidimos entonces, sí. Dentro ya, a Nadia no se le ocurrió otra cosa que pintar un crucifijo nacarado y enorme en la parte superior del trono de Sua… Y claro, como era de esperar, montó en cólera en cuanto el maléfico lo vio… -.
             -    Supongo que fue por la rebeldía y ofuscación de cuando llegas aquí… En fin, ya no había vuelta atrás, los Seres de Niebla me llevaron al calabozo, después de que Sua ordenara que no saliera de allí hasta que no me hubiera convertido. Yo daba todo ya por perdido,  hasta que supe que todos los Detalladeros encabezados por Teo, habían finalizado todas sus obras hasta que quedáramos libres todos los que estábamos pudriéndonos en nuestras celdas. Teo intercedió por mí, y creo que fue cuando me di cuenta que estábamos enamorados -,  interrumpió ella, mirando tiernamente al robusto Teo.

     Por lo visto, la faena como Detalladera no se le había devuelto a Nadia, en su lugar se le dio pico y pala para  que trabajara como operaria en el exterior de la fortaleza, pero Teo había logrado liberarla.

     Sami se preguntaba qué más estaba reservando Nadia, después de contar todo sobre Detalladeros y Detalladeras.

“EN OTROS MUNDOS” (39)

     Una de las noches en las que Samanta había pasado a la choza de Nadia, se hallaban las dos mirando el palacete de Sua en total silencio, y cuando más ensimismadas estaban contemplando el cielo sin estrellas del triste lugar, oyeron que alguien tocaba a la puerta.

                    -    ¡Creí que nadie me había seguido! ¡De verdad, Nadia! ¡Tuve mucho cuidado! -, gritó Sami histérica porque especulaba que los Seres de Niebla pudieran haberlas descubierto.

     Su compañera seguía en calma, como si hubiera llamado ella a los fantasmas. Quizá la había traicionado y se había puesto del lado de Sua… quizá a cambio de que  entregara a Samanta, le había ofrecido algo que no hubiera podido rechazar.
     La cara de desconfianza de Sami no dejaba ningún secreto para Nadia. Sin decir nada abrió la puerta tranquilamente:

     Apareció ante nosotras un hombre entrado en años ya. Peinaba canas por toda su barba, aunque en la cabeza no tenía siquiera pelo; y estaba ligeramente encorvado hacia delante. Eso sí, parecía tan hábil e ingenioso como los Seres de Niebla, pero sin duda, no era como uno de ellos. amigo de Nadia             

Con gesto serio y basto, escudriñaba todo lo que había alrededor, y al reparar en el rostro todavía asustado de Samanta, se echó a reír sin motivo aparente… Nadia enseguida se unió a la carcajada, mientras la atrapaba de la cintura, y la giraba hacia sí para darle un beso.

     Su llegada había alterado la relajación que hasta entonces reinaba, aunque sin duda Samanta prefería la presencia de aquel buen señor, que la de cualquier otro.

“EN OTROS MUNDOS” (38)

    en la choza de Nadia Nadia pensaba que todos los que estaban en el Averno habían ido allí después de morir, si su comportamiento en vida no había sido el adecuado… Como castigo a conductas ruines y perniciosas para los demás… No obstante, de los agujeros negros de Sua que absorbían a seres humanos no tenía ninguna información.
     Su conciencia jamás la dejó vivir tranquila, pero asesinar a la amante de su marido fue algo de lo que en vez de arrepentirse y quedarse consternada, la alivió y la enorgulleció. Antes de que a Nadia le pusieran la Inyección Letal, el sacerdote que fue a confesarla antes de la ejecución, la acusó de soberbia, y le dijo que ése era un Pecado Capital; justo antes de huir despavorido, tras que ella le hubiera escupido en un cachete.

     Cuando se lo contó, Samanta no sabía si reír o llorar… Estaba muy mal, pero lo del cura indignado no dejaba de sonarle cómico… Sin más, escogió tres mechones de su cabello rubio y empezó a trenzarlos sin que Nadia pusiera ninguna objeción.      

                   Mechones

                 -    ¡Tienes que ayudarme, Nadia! ¡Tengo que verlos de nuevo, sobre todo quiero estar con Silvia! -, aseveró Sami.

     La cara de la anfitriona era un poema macabro. Se mordió los labios, y se levantó, poniéndose en jarras:

                                      -    ¿Tienes algún plan para entrar en la fortaleza? -.

     Aún, la mente de Samanta estaba en blanco, pero en cuanto se  acababa la jornada y los Seres de nieva llevaban a cada cual a su choza, ella volvía a escapar, sin ser descubierta, a la cabaña de su compañera en el Averno. Entre las dos tramarían un procedimiento perfecto.  

“EN OTROS MUNDOS” (37)

     Estaban en el Averno, el infierno residenciado de Sua y sus serviciales Seres de Niebla; de que estaban allí para convertirse en fantasmas no le cabía duda a Samanta. Incluida ella, había sentido como si algo la poseyera en múltiples ocasiones… Era como una presión en el pecho, como si algo se estuviera engendrando en su interior y quisiera salir…

                                         Conversando

     Nadia se calmó, a pesar de que le escamaba que  los Seres de Niebla pudieran descubrirlas juntas:

              -    Así es, Sami. Estamos en el Averno, uno de los tantos de Sua, uno de sus infiernos. Nuestra misión aquí es únicamente la de trabajar para acabar cuanto antes su fortaleza; ése debe ser nuestro OBJETIVO, es por eso que ni comemos, ni dormimos, ni sentimos dolor… Es para que nos concentremos en la construcción del edificio y en nada más -.

                                 -    ¿Y el dolor de Silvia y Aníbal cuando los Seres de Niebla les azotaron con esos látigos que parecían haces luminosos? -, preguntó Samanta, sabiendo que aquel sufrimiento había sido real.

              -    Esos látigos luminosos, además de los rifles paralizantes, es lo que tienen los Seres de Niebla para poder controlarnos, para que  sus esclavos reaccionemos a sus órdenes, para que los consideremos nuestros dueños -.

                                   -    Y… nuestra llegada… Yo llegué al desierto de este sitio con Silvia porque nos absorbió un agujero negro… Nos encontramos a Aníbal y sus amigos, y después nos trajeron aquí a todos. Aníbal nos dijo que nos convertiríamos en Seres de Niebla si no encontrábamos otro agujero por el que poder escapar, ¿es cierto? -.   

       Nadia parecía desconcertada, a raíz de escuchar lo del agujero negro.

“EN OTROS MUNDOS” (36)

     Sola en el camastro de su choza, no hacía otra cosa que pensar en todo lo que había pasado en el Averno. Seguía queriendo largarse de ese peregrino mundo al que había llegado secuestrada; aunque no… Samanta jamás dejaría allí abandonada a Silvia.

                           Samanta trata de dormir

     No tenía sueño, ni hambre, ni sed… Desde que hubo llegado a ese lugar, cualquier necesidad fisiológica que tuviera antes había desaparecido. Cualquier resto humano se estaba aboliendo, si como dijo Aníbal, todos acabarían convirtiéndose en Seres de Niebla.
     Daba vueltas y más vueltas, hasta que optó por sentarse; al poco tiempo, Samanta abrió la puerta de la cabaña muy comedidamente, y confirmó que nadie la vigilaba. Corrió todo lo que pudo hasta la casita de enfrente siendo lo más sigilosa posible, y llamó con los nudillos a ésta, a la choza de Nadia.
     Mientras la abría, pudo comprobar que su chozuela era semejante a la que les habían asignado a Silvia y a ella. Nadia estaba sola:

      -    ¿Qué haces aquí, Sami? ¿No has tenido bastante con lo que les ha pasado a esos dos infelices? -.

     Estuvo a punto de echarla, pero recapacitó; la cogió de la pechera, y la entró a sus nimios aposentos. Nadia cerró rápidamente, rezando para que nadie hubiera visto a Samanta pasar hasta allí.

                            -    Creo que no se nos está permitido pasar en medio de la noche de nuestra choza a la de otra compañera… pero me parece una soberana tontería… Durante el día nos dejan hablar… -.

      -    ¡No seas idiota! ¿Aún no te has dado cuenta de dónde estás? -, interrumpió Nadia encolerizada.