“EN OTROS MUNDOS” (137)

   De repente, cuando ya Samanta tenía algo más clara su posición, todo empezó a temblar y a convulsionarse… Las sacudidas cada vez eran más constantes; la madre que le acogía en su vientre se había puesto de parto; iba a dar a luz a Sami…

                       Dar a luz

                     Le pareció que había salido muy deprisa entre los gritos y las respiraciones de su madre, a las manos de un señor enmascarado y manchado de sangre; con seguridad, era el médico que había atendido el parto. Al lado, una enfermera cogió a la bebé por los pies y le dio un azote, para que reaccionara tal y como hizo… Con el llanto anunciador de vida.

              La bebé Sami

                                   La primera persona que Sami pudo ver fue a su madre que la arrulló entre sus brazos   con amor. Creyó conocer ese rostro femenino, pero no distinguía bien los contrastes como era normal; acababa de nacer.

                                                     Desde el fondo del quirófano se acercó poco a poco su supuesto padre; a pesar de llevar una mascarilla, a Samanta tampoco le resultaba un extraño cuando le besó la manita.

     La recién nacida sabía exactamente qué les quería preguntar… Con todo, ni podía hablarles, ni entendía nada de lo que le decían. Luego, unas enfermeras se la llevarían a otra sala con unas cunas de cristal, en las que en cada una había un niño ente las mantas.

“EN OTROS MUNDOS” (136)

   Había un muro entre ellas, algo que hacía más complicada su comunicación…

              -    Soy La Niña del hospital, ¿te acuerdas de mí, Sami? Os he buscado por todo el mundo real y di con vosotros, pero me faltabas tú… Después de que nazcas, un día cualquiera, como todos, nos olvidaremos de nuestras aventuras dimensionales, y podremos disfrutar de todo lo que en la vida nos ofrece la Luz -, confesó la supuesta desconocida.

     Samanta notaba que La Niña la estaba acariciando, podía sentir su cálido tacto, aunque indirectamente. Si había entendido bien, ella aún no había nacido y estaba dentro de la barriga de la madre.  Dentro

                 Parecía increíble que como La Niña anunciaba Samanta ya estaba a punto de salir al mundo; no sería ya la misma, claro… La Luz había vencido por lo visto, y ya no habría Averno tal como lo conocían…

          -    Mientras Sua agonizaba con el Eje del Mundo que le lanzaste, el Ser de Luz bajó hasta él, y le ofreció un pacto por el que sus nebulosos muertos volverían a nacer humanos como había sido concedido antes… y todos los demás que forman la Luz ya no dejarían de existir, pasarían a pertenecer a nuestro mundo, y se convertirán en árboles, en agua, en rayos de sol, en el polen que vuela y nos recrea, en las ardillas o las  mareas que nos decoran la existencia… Sólo tuvo que convencer a Sua de que el verdadero Averno estaba aquí arriba, donde ya hay bastante sufrimiento para que el siniestro ser oscurezca las visiones humanas, y el espacio es suficiente para que las tinieblas y la Luz pervivan por siempre -.

                    Le gustaría mucho ver a La Niña.

“EN OTROS MUNDOS” (135)

  Eso querría decir que si ella era un Ser de Niebla, el Averno de Sua no habría muerto y nada hubiera cambiado, salvo que el reino de la Luz y los humanos se hubieran apagado para siempre.

          Sería la razón por la que Samanta estaba rodeada de una oscuridad impenetrable. No sentía si estaba en aguas frías o cálidas, pero seguía sumergida en un líquido tenebroso y sugestivo a la vez.

                Sus movimientos eran lentos y pesados… Al abrir los ojos, comprobó que volvía a tener dos brazos, y quiso reírse sin conseguirlo del todo… Se sentía totalmente protegida, a pesar de estar enteramente desubicada.

                           -    ¡No puedo ver nada con claridad! ¡Y no me importa! -, meditaba.

     Tenía sueño constantemente, y a ratos le parecía hasta tener hambre; no obstante, en cuestión de segundos estaba saciada. Al rato, empezó a escuchar una música suave y dulce; y luego, una voz femenina empezó a acompañar esos acordes con palabras que Sami no entendía, pero que le parecían igual de tranquilizadoras y cariñosas…

                     La apacible canción se fue apagando hasta que ya no se oyó nada.  Samanta se iba a quedar dormida, pero otra voz desconocida para ella irrumpió en tanta serenidad y paz.

                                                        -    ¿Me oyes, Sami? Tenemos que hablar -, mencionó aquella otra voz aguda y segura de que era Samanta la receptora de aquel mensaje.

                   Desestabilizó la calma de la pobre Samanta, que no esperaba un susto como aquél; aunque lo intentó, no supo reconocer a la muchacha que hablaba con ella.

“EN OTROS MUNDOS” (134)

    Samanta, recogió el Eje del Mundo, y no dudó en lanzárselo a Sua, a pesar de que luego vacilaría de si se iba a clavar en su cuerpo o no dándose cuenta de la gran distancia entre ellos.

                Grieta en el hielo

     En el mismo instante, distinguió que las Estrellas Voladoras ya habían sido lanzadas y se dirigían palmariamente a ella… Pero, Sami justamente resbalaba entre los hielos, y caía al agua con suavidad, como si fuera una bolsita de té.

     Chapoteó el tiempo necesario para precisar que su lanza se había hundido en el torso llameante de Sua, y que las Estrella Voladoras se habían clavado en la placa de hielo, que ella hasta entonces había ocupado.

                     Se encontraba débil… Samanta apenas podía nadar en esas aguas gélidas… Sobre todo, echaba en falta el brazo que le faltaba…

     Era su obra: orgullosa, contemplaba cómo Sua agonizaba en el suelo, cómo su fuego disminuía a cada centésima de segundo, y cómo el único Ser de Niebla que le acompañaba se desesperaba porque a partir de ahora no sabía lo que iba a pasar con el Averno.

     A la vez, Sami podía sentir sus pulmones llenos de agua y que el frío y el miedo paralizaban todos sus músculos. Sólo pudo percibir, antes de que el agua se la tragara que no… que no tenía cuerpo…

                ¿Y eso qué querría decir? Todo había sido muy real; sin embargo, su invisibilidad estaba ganando la partida… Unos calambrazos insufribles la recorrían de arriba abajo hasta que se ahogó en un grito de angustia y pánico… SAMANTA ERA UN SER DE NIEBLA…

“EN OTROS MUNDOS” (133)

   Esto les había dado unos minutos… Las dos se adentraban entre las placas del lago helado.        Placas de hielo

     A Samanta le flaqueaban las piernas y calló de rodillas…

                          – ¡Vamos, amiga! El agujero dimensional no puede estar tan lejos, levanta, venga -, dictaba Nadia, mientras la ayudaba.

             Sua estaba detrás de ellas otra vez junto al Ser de Niebla recién convertido, y al poner su pie de fuego en el hielo, se empezó a recalentar tanto que se fracturó en simas cada vez más profundas, que acabarían por separar a Nadia y a Sami.

                 -    ¡Tranquila, Samanta! ¡Mantente en pie! ¡Sólo tienes que mantenerte en pie! -, aconsejaba valientemente.

     Se miraron cómplices y es que quizá había llegado el momento de usar contra Sua el Eje del Mundo que Nadia guardaba en la espalda; así que apuntó la lanza hacia él, sin percatarse de que una de las Estrellas Voladoras de Sua se le iba a clavar justo en la frente.

                  Una lágrima de sangre cruzó su cara, y resquebrajado su cerebro y su valor, Nadia antes de desaparecer se impulsó hacia la placa de hielo de Sami; antes de resbalar hacia lo más profundo, le daba a ella la lanza con la que podía acabar con su agresor. El grito de Sami

                      Divisó a lo lejos que tanto Sua como su Ser de Niebla, calculaban la mejor estrategia para clavarle a Samanta, sendas Estrellas que el jefe de las tinieblas había guardado para un momento como ése.

“EN OTROS MUNDOS” (132)

  Sua les pisaba ya los talones, y aunque intentaban no mirar hacia atrás, su aliento llameante y sus rugidos apabullantes, hacían reconocer la furia y la ira del gigantesco monstruo de fuego y llamas.

                    El Gemelo iba detrás de las chicas en dirección al lago, y empezó a dudar de si era lo correcto, de si no habían llorado ni una sola lágrima por la muerte de su hermano, de si verdaderamente no quería dejar el Averno, de si vivir eternamente de la dependencia y servidumbre de Sua no fuera tan malo… Se paró ante el paraje todavía helado, ya que el monstruo no había pasado por allí, derritiéndolo.

                                  -    ¡Date prisa! ¿Qué haces ahí parado? ¡Venga, tenemos que atravesar el lago! -, le gritó Nadia al verle inmóvil.

     Entonces, Sua se detuvo ante él, y lejos de lo que pensaban Samanta y Nadia, no lo devoró ni le invitó a que formara parte de sus llamas… Tuvo suficiente paciencia para que el muchacho perdiera totalmente la fe y la esperanza, firmes pilares de la Luz; y esperó a su metamorfosis en Ser de Niebla, a su transformación en uno de sus esbirros, a que tras un halo oscuro y sombrío, el Gemelo dejara de ser un humano para convertirse en una criatura nebulosa.

Lago helado
    

                 Las chicas avanzaban por las aguas heladas. No estaban dispuestas a que les pasara lo mismo…

                   El corazón de Nadia era un témpano de hielo o estaba tan preocupada por que saldrían de allí, que no podía pensar en nada más. No hablaba, sólo amarraba con fuerza la muñeca de Sami.

“EN OTROS MUNDOS” (131)

     Perplejos, habían visto cómo caían todos los Seres de Niebla. Samanta miraba turbada a sus camaradas…

                -    Y ahora, todo el Averno se ha quedado para nosotros -, aseguraba Nadia.

                  El Gemelo no se fiaba que las cosas hubieran acabado tan fácilmente. Hacía gestos muy raros, y se agachó al lado del fuego como si estuviera chequeando las llamas.

                                       -    ¡Un momento! ¿Habéis visto eso? -, alertó el chico, al darse cuenta de unos extraños chisporroteos que hacían que el fuego se avivase.

     Todas las llamas se estaban unificando en una tremenda hoguera nacarada y Unificación del fuegorojiza de contractuales movimientos; el Gemelo fue el primero en darse cuenta de que en esa masa furiosa se iban dibujando los rasgos de una cara terrorífica… ellas no tardaron en reconocer el rostro del macabro y mezquino Sua.

                                              ... Rostro de Sua...     -    ¡Santo Dios! ¡Si es Sua…! ¡Es Sua! -, exclamó Samanta espantada.

     Nadia no perdió el tiempo, y pellizcando a los demás para que reaccionaran, los alentó para que la siguieran hacia el lago, por donde Samanta había llegado hasta allí con Silvia y con Tirso. Quizá en esas aguas hubiera abierto otro agujero dimensional por el que podrían escapar de la gigantesca bestia.

                             Samanta dudaba que el agujero todavía estuviera abierto. Además, ahora le daban arcadas; cada vez se sentía peor.

“EN OTROS MUNDOS” (130)

    Algo que Samanta y el Gemelo ignoraban desde su situación, estaba sucediendo, algo por lo que los Seres de Niebla estaban huyendo del lugar, sorprendentemente. Hasta que no se largaran de allí todos los nebulosos, no podrían precisar lo que estaba pasando, pero al iniciar el desalojo, pudieron certificar que la bolsita con la arena de Marte se erguía firme ante los ojos crédulos de Nadia.

          -    ¿Por qué huyen? -, lanzó Sami al viento.

           El chico que la acompañaba no sabía qué responder, y se quedó callado y con la boca abierta. Parecía que Nadia no estaba tan asombrada con lo que estaba ocurriendo; le complacía lo que pasaba con aquel saquito.

                     Un soplo de aire salía de la bolsa… un soplo que se convirtió en cierzo… y un cierzo que se hizo huracán… Todo con arena; era una fortísima tormenta de arena… Arena de Marte, que según había contado Nadia sería capaz de detener a los Seres contra los que luchaban.

                                   -    ¡Chicos! ¿Veis? ¡Es lo que os dije! -, gritaba Nadia mientras se dirigía hacia los otros.

 Cada Ser de Niebla se convierte en estatua

                 Y sí, la arena se pegaba a los cuerpos de los Seres de Niebla, se secaba rápidamente, y como si fuera cemento con alquitrán, los convertía en estatuas negras, que tras precipitarse al suelo se hacían añicos.

     Los tres privilegiados contemplaban cómo algunos nebulosos querían alcanzar las llamas para salvarse, pero no lo lograban y se rompían contra el suelo antes de alcanzarlas.  

“EN OTROS MUNDOS” (129)

     Los insufribles Seres de Niebla avanzaban hacia Nadia riendo a carcajadas. Ella veía muy claro su final, sin embargo, adoptando la pose más agresiva que pudo, se dispuso a cortar con su espada en dos a todo aquél que se le pusiera por delante.

                -    ¡Acabareis conmigo, pero antes me llevaré por delante a todo el que pueda! -, anunció Nadia.

                             Samanta desde la parte de atrás se sentía muy orgullosa de su amiga. No hacía otra cosa que preguntarse si podría hacer algo para salvarla, pero estaba en blanco.

Terreno embarrado
            Para su sorpresa, se fijó que el Gemelo rebuscaba en el barro y se ensuciaba las manos buscando piedras, de las más duras que hubiera.

                              -    ¿Qué es lo que haces? -.
                                          -    ¡Venga, ayúdame! Les arrojaremos piedras, quizá así les distraigamos y dejen a Nadia en paz… -.

     Sami se tiró al suelo para recoger piedras con su única mano. No sabía si funcionaría… Lo intentarían, a pesar de todo; luego, saldrían corriendo.

                      Cuando las espadas habían iniciado ya a cruzarse con la de Nadia, ellos empezaron a tirar piedras a los Seres de Niebla, pero no servía de nada. Las piedras los traspasaban como si nada; y es que eran niebla y humo espectral realmente… cuando los atravesaban, lo que sí se formaba en sus fantasmales cuerpos era un pequeño remolino de ceniza y humo, que desaparecía sin dañarlos en absoluto.      El saquito con la arena de Marte continuaba rígido en el suelo, hasta que el viento lo hizo tambalearse y caer.

“EN OTROS MUNDOS” (128)

    El muchacho que tenía detrás Samanta era uno de los Gemelos; el otro empuñaba su espada para defender a Samanta del ataque de los Seres de Niebla, que se acercaban primero tímidamente, y luego ya veloz e implacablemente.

              Al principio, el Gemelo que ensalzaba su arma echó una última mirada a su hermano y a Samanta, y cercenando todas las cabezas nebulosas que pudo en su fatal travesía, se enredó en la marabunta, que brutal e inhumanamente acabarían con él. Los dos supervivientes lloraban abrazados sabiendo que iban a correr la misma suerte…

                      -    Con él muerto, es imposible ganar a Sua y sus sicarios, es imposible -, susurraba el que sostenía a Sami.
                                       -    Ya no me quedan esperanzas -, añadió la chica, que notaba que cada vez le era más difícil hablar, y controlar que su voz no graznara como lo hacía la de un Ser de Niebla auténtico.

          De pronto, todos los nebulosos se voltearon para ver a la guerrera que se imponía en la parte posterior: Nadia enfadada

                                                -    ¿No os acordabais de mí, verdad, cancerberos del infierno? -, confirmó Nadia, abriéndose paseíllo entre los Seres malvados y crueles.

     Nadia sacó la cajita de terciopelo, y apartó con cuidado el saquito dorado de la arena de Marte. Los Seres de Niebla se pararon; al parecer, sabían que era un arma potente contra ellos, pero hacía mucho tiempo que se había perdido y quizá ya no tuviera la fuerza que los humanos esperaban que tuviera.

                        Desnudó la bolsita, y la dejó sobre el suelo. No pasaba nada, y aferró de nuevo su hierro esperando las embestidas de los destructores, que habían dejado de fijarse en Sami y el Gemelo que quedaba, para dirigirse a la vetusta Nadia.