“EN OTROS MUNDOS” (111)

     Fue la primera víctima en aquel combate de los Seres de Niebla… De su cuello cercenado aún emergía la sangre del desgraciado mensajero de paz; cuando su cabeza dejó de rodar, todo él se llenó de luz, y al momento se convirtió en una estatua como de cemento y hormigón. Las dos partes del cuerpo del varón explotaron ante los ojos incrédulos de Samanta y todos sus compañeros, como si hubiera tenido dentro sendas cargas de dinamita o pólvora.

                       El hombre se hizo mil pedazos, y luego desapareció como si jamás hubiera existido… Su cuerpo y su alma habían muerto ya para siempre por la espada de Sua…

                              Los guerreros de la Luz corrieron con sus armas en alto hacia los Seres de Niebla,   que estaban muy quietos; parecía que les diera igual la actitud amenazante de los otros… Estaban a diez pasos de ellos, cuando a los nebulosos no se les ocurrió otra cosa, que desvestirse completamente, quitándose toda capa, túnica o sayo; nadie así podía distinguirlos de forma fiel y fehaciente.

           Niebla

             
     Los Seres de Niebla eran sólo Niebla, y casi siendo invisibles comenzaron a mezclarse con los aliados de la Luz, confundiéndolos totalmente.

               Samanta y Nadia se miraron desconcertadas, mientras la niebla las iba cubriendo de una oscuridad sorprendente, que empezaba a soterrar sus ánimos y sus voluntades. La pareja de enfrente que antes cantaba, se habían sentido muy seguros de sí mismos hasta ese momento.

                                   Todo se había hecho silencio,  y la necesidad primera de esa guerra se tambaleó… Quizá la apreciación de poder acabar con el Averno fuera errónea.

“EN OTROS MUNDOS” (110)

  Mientras podían ver ya con claridad a los Seres de Niebla avanzando hacia ellos, la cancioncilla que tarareaba aquella mujer de ojos rasgados, fue poco a poco haciéndose un himno para el combate; y todos los que rodeaban a Samanta participaban de la arenga.

     De esta forma, todos los Seres de la Luz eran llamados a la fortaleza y la perseverancia, los de las dos especies, los de toda condición, los de cualquier sexo y edad, los creyentes y los que perdieron su fe… Samanta estaba orgullosa de su tropa; de los suyos…

     Los guerreros se preparaban con sus espadas, lanzas y catanas para recibir a las huestes enemigas que cada vez se iban acercando más y más, hasta que ya no hizo falta forzar la vista para distinguirlos.

     Sin embargo, antes de enzarzarse en la batalla un humano fuerte y valiente, salió montado en un oso polar, al encuentro de los nebulosos. Todos, hasta Nadia, parecían apreciar que fuera a intentar negociar con ellos, aunque a Sami no dejaba de parecerle una locura y una insensatez.

     Parecía que dialogaban con tranquilidad… Quizá llegara a un entendimiento con Sua liderando a las fantasmales criaturas. Sua los mira Sus ojos rojos se apartaron por un momento  del emisario de paz, para entornarlos despectivos, en Samanta y los demás.

     Entonces se volvió para buscar su espada, y sin que nadie lo esperase, cortó la cabeza del emisario. La cabeza rodó por el suelo, y el cuerpo del negociador cayó sin vida; el oso en el que iba sentado, reculó asustado de la algarabía y las risotadas de ese bando obcecado solamente en acabar con la Luz.

“EN OTROS MUNDOS” (109)

        Samanta estaba descolocada, como si ése no fuera su lugar… Hasta que alguien conocido la tomó del brazo; era su confidente y leal Nadia. Ya se sentía segura para la batalla.
     La mirada de Nadia transmitía fe y confianza, y hacía ausentarse a cualquier incertidumbre y sentimiento de cobardía, que se presentaran antes de volcarse en un asunto tan bélico como el que estaba a punto de iniciarse.
-    ¿Preparada, Samanta? -.
     Enarcó las cejas antes de contestar, y cotejó a los más próximos:
     La mayoría de sus aliados eran Seres de Luz… Sin embargo, humanos como ellas que luchaban por la Luz y la Vida en el Mundo, destacaban también entre todos los adeptos.
     Esas personas se sabían ya condenados por Sua a convertirse en Seres de Niebla, pero iban a luchar hasta su último respiro por que les dejaran morir en paz, y no replegarse eternamente a las órdenes de ese maquiavélico y artero Monstruo en el Averno.
      Un poco más adelante que ellas un hombre y una mujer se unían a la multitud cogidos de la mano, y plenamente lógicos de que debían estar allí, y que combatirían con todas sus fuerzas, conscientes de que su Muerte indudable iba a ser completa; su pensamiento estaba con esos pobres Seres de Niebla que eran sus enemigos porque Sua había eliminado de ellos cualquier personalidad y voluntad humana, en las que no tendría cabida el velar por un ente tan rastrero y siniestro. Ella comenzó a tararear una canción, haciendo lo posible por alejar la tensión del momento… antes del combate


-    Ya estoy preparada -, dijo Sami, divisando aproximarse al ejército contrario.

“EN OTROS MUNDOS” (108)

   Su pregunta era muy directa… Samanta se sintió estúpida cuando la Luz le anunció que Fabio había vuelto ya al Mundo terrenal, al primero que había compartido con su novia.

            -    El caso de Fabio no estaba claro, Samanta; él se suicidó, llanamente asesinó cualquier opción de superación por haberte perdido… Consideramos que aquello no estaba bien, pese a que decidimos devolverle a la vida, aunque no a la suya. Tú le viste en Santa Catalina: era Fabio el muchacho que viste en el cementerio antes de bajar al Averno, pero no parece el mismo físicamente -.

                      Esto la dejó sin palabras y una y otra vez, repasaba el capítulo arrepintiéndose de no haber abrazado y besado a Fabio en su fugaz encuentro.

         -    Y Samanta: esto es importante… Nosotros le damos esa capacidad de redimirse a todo Ser de Niebla que muera por nuestras armas, pero ellos a nosotros no… -, indicó el Ser de Luz.
                                    -    ¿Quieres decir que matarán también Nuestra Alma? -, retorció ella, confirmando con esta pregunta que iba a luchar del lado de la Luz de todas formas.

                  Al principio llegó a pensar que el Ser de Luz la iba a recriminar por haberse dejado el Eje del Mundo en la cabaña de Nadia… Por lo que vio, había sido recuperado de nuevo, y se le hizo entrega de esto, junto a una armadura dorada y un escudo lunar para que pudiera hacer frente a los Seres de Niebla. Preparada para el combate

     Fue depositada otra vez en el suelo del Averno con tremendo cuidado, y antes de que se diera cuenta pudo infiltrarse con todos los Seres de Luz, con miles de ellos que arengaban a la libertad y a la abolición de Sua y todos sus Avernos. Éste era su ejército.

“EN OTROS MUNDOS” (107)

   Aquella Luz deslumbrante se estabilizó frente a Samanta. Era como si una estrella, la más radiante compartiera ese espacio blanco con ella.

                          La Luz

          -    ¿Te asusta la Muerte, Samanta? -, preguntó la Luz, echando su hálito suave y benévolo sobre la muchacha.
                         -    Ya estoy muerta, ¿no? ¿Para qué hacerme preguntas de ese tipo? -.
         -    Bueno, eso no es correcto del todo, Samanta… Los humanos debéis morir varias veces para saber luego cómo vivir la Vida Eterna. El paso por cualquiera de los Mundos es una etapa de aprendizaje, y os enseñará a apreciar lo que se tiene y a saber respetar a los demás, hasta que estéis preparados para la Muerte del Alma, cuando ya hayáis entendido vuestro cometido sea cual sea vuestra condición… -.

                       -    Sí… Pero, me gustaría saber quién eres -, razonó Sami.

       -    Estaba preparado para que me lo cuestionaras, Samanta… Yo soy el Ser de Luz, en el que toda alma misericordiosa y bondadosa ha tenido cabida por siempre; estoy hecho de sus espíritus. Estaría mal decir que soy un hombre como tantos, sin embargo a mi muerte física, se me dio la opción de guardar y proteger a todas las almas que no hubieran sido ya robadas por el maligno Sua, el poderoso Rey de las Tinieblas y Majestad de los Avernos -.

                     -    Entonces… parte de ti… parte de ti… ¿Fabio? -. 

                                          Samanta lloraba de alegría al pensar que podría confirmarle este dato. Sólo pensaba en que al suicidarse tirándose de lo alto de esa discoteca, ella misma había presenciado cómo su amor Fabio, fallecido ya en el suelo, era visitado por el Ser de Luz que lo acogía amablemente, invitándole a que aplacara su dolor uniéndose a él. No podía recordar otra cosa, a pesar de que estaba con quien le resolvería cual quier tipo de incógnita.

“EN OTROS MUNDOS” (106)

    No le quedó más remedio, así que Samanta fue sumisa y siguió a los Seres de Niebla. Clavó la mirada en el suelo, sabiendo que la llevaban con Sua.


                       Entonces, un rayo muy potente cayó encima de uno de los Seres, haciéndolo saltar por los aires, y haciendo que los demás soltaran a la chica, y se pusieran a cubierto.


     Los rayos se multiplicaban por diez con cada intento de los malvados por Rayos sobre los Seres de Nieblaacercarse a Sami. El cielo se había llenado de nubes, y tras dar a conocer su faceta más airada y furiosa, lanzaba sus fulminaciones a diestra y siniestra sin que nadie, objeto de su ira y frenesí, pudiera escapar a su desbaratamiento.


                     Y un resplandor de luz blanca recorrió el paisaje hasta donde su vista alcanzaba; buscaba a Samanta, y cuando la localizó esa refulgencia alba, la abdujo hacia sí como si el cuerpo fuese una liviana pluma.
     En absoluto se sintió amenazada o temerosa cuando fue remolcada, incluso una sensación de alivio y esperanza hacían que se tranquilizase y se serenase. Asemejaba todo lo que vio allí arriba a algodón dulce, a uno de los recuerdos más tiernos de su infancia…    algodones de azúcar Cuando sus padres se lo compraban en la feria y correteaba alegre hasta llegar a un viejo carromato, en el que dejaba volar su imaginación y la fantasía que hacían falta para abandonar ese mundo, sin saber que el suyo y los otros estaban tan cerca.


               No le inquietaba la soledad a la que se encontraba expuesta, pero sí tenía cierto deseo de que alguien le explicara dónde estaba y si seguía o no en el Averno; e hizo su entrada una grandiosa Luz, en la que se apreció envuelta totalmente.

“EN OTROS MUNDOS” (105)

   Samanta, rendida en el suelo, ya esperaba la mordedura de los látigos. El primero de los Seres de Niebla en sacarlo, no dudó en que el agreste lazo escarpara su piel…

           Sangre y dolor  El dolor era insoportable; estaba multiplicado por diez ante el que podría sentir viva, y aunque intentaba callar sus llantos y lamentos, los rasponazos eran tales que creyó que la iban a traspasar. Y su sangre, la que ya no recordaba desde la primera vez que había llegado al Averno, a esta otra dimensión, brotaba por las limaduras infligidas por los sobrenaturales látigos… recordando a la de otros que abordaron lo que ahora estaba sufriendo; Sara, Aníbal, Teo, Tirso, Nadia…

                        Los cuatro o cinco restantes también sacaron sus látigos, y así se iban repartiendo la faena, mientras a Samanta cada vez le costaba más trabajo mantener los ojos abiertos. Cuando pensaron que ya era suficiente, la metieron en uno de sus contenedores, y la remolcaron hasta la fortaleza de Sua.

     Al llegar, la obligaron a salir, y uno de ellos se le acercó y le dijo al oído:

                     -    Antes de que te encerremos en los calabozos, Nuestro Señor Sua, quiere hablar contigo. Te llevaremos ante él -, emitió con voz espectral.  Fortaleza en la nieve

     Se levantó un viento huracanado y el cielo se cubrió de nubes. Sami casi no podía caminar; tanto tiempo sin conocer el dolor, y al fin se le habían juntado todos los posibles… Sabía que lo que estaba experimentando era previo a convertirse en un Ser de Niebla. No, todavía no…

“EN OTROS MUNDOS” (104)

     Mientras ella volvía de sus obligaciones, Samanta la esperaba en la cabaña haciendo todo sin ser vista. A su vez, al pasar tanto tiempo sola y sin ningún entretenimiento, se dedicaba a meditar sobre lo que le había contado sobre la Luz y las Tinieblas.

                        Luz, Sol y Luna

                     La realidad es que no podía escapar de esa guerra… Hacía más de lo que pensaba, pero sólidamente recordaba su vida anterior, cuando pertenecía al caótico aunque palpable mundo real, cuando contemplaba los peces de su acuario y se preguntaba por su corta memoria, o si discutía con Fabio sobre si los gastos de ese mes eran más o menos abusivos… Ya, estaba en otra dimensión, y nada de eso importaba.

      Estaba muerta y sola… Lucharía al lado de la Luz, sí… Dudaba si así conseguiría el favor del Ser de Luz y la devolvería a la vida; meditaba que por lo menos debería intentarlo.

     Se planteó salir a buscar al Ser de Luz. Había prometido esperar a Nadia dentro; no iba a demorarse, volvería enseguida… Samanta sólo quería aclarar de qué lado pelearía, y salió cautelosa.

                                  No sirvió de nada todo el cuidado del mundo. Un grupo de Seres de Niebla ya la estaban esperando fuera, y se abalanzaron contra ella cuando todavía no había dado el segundo paso. Sami no era capaz de ver más allá de esas impávidas y flemáticas túnicas negras, y supo que desde que entró en el Averno estaban al corriente de que ella andaba por allí; la orden de Sua era que la recogieran y la llevaran a su fortaleza inacabada porque debía incorporar cuantos más mejor a su ejército del mal.

“EN OTROS MUNDOS” (103)

     Nadia se mojó los labios y continuó:

                  -          Sí, meteoritos de la luna… Es el único componente con el que se puede destruir la Luz de una manera definitiva. Verás, los Seres de Luz realizan sus armas con fragmentos de la luna y es que es la reina del universo, la que  Espada y escudo de Luzdesde la tierra y el Averno vemos siempre iluminada en la vasta oscuridad, la potente arma de éstos para hacer que su muerte aquí, la de los nebulosos, les de la vida de nuevo en la realidad… -,  determinó.

-          ¿Y qué hay de los Seres de Niebla entonces? -, planteó Samanta.

               -          A eso voy, Sami… Que no he terminado… Por todo lo que te he contado, los Seres de Niebla y Sua tramaron que para acabar con su enemigo, lo mejor sería que combatieran con un elemento sublime e ideal toda su armamentística lunar. Tras tiempos de investigación, se dieron cuenta que la masa de los meteoritos que chocaban contra la luna, era el material idóneo para luchar contra la Luz; rasgaba, ajaba, cortaba, destrozaba, desgarraba la luna… y por lo tanto, tendría el mismo efecto en los Seres de Luz -.

 

                        Se oyeron las cadenas que llevaban los Seres de Niebla para llevar a los todavía humanos a los trabajos, y las dos se callaron “ipso facto”. Nadia le ordenó que se escondiera tras el camastro, y se dispuso a salir con los Seres de Niebla, no sin antes decirle a Samanta que estaría de vuelta al atardecer.

-          No te preocupes, no armaré mucho escándalo -, manifestó Samanta, mientras la otra salía al exterior.

 

“EN OTROS MUNDOS” (102)

    Después de la dramática imagen, Samanta por lo único que se alegraba era por lo de que Nadia ni había pensado en luchar a favor de Sua.

                     Ésta le aclaró que el Lobo que le certificó a Sami que el Averno estaba en guerra, seguramente era un Ser de Luz, uno de los espíritus que formaban al más majestuoso y venerable Ser.

                       Platicaron y platicaron hasta el amanecer, y Nadia temió por que los Seres de Niebla la fueran a buscar para que siguiera con sus tareas, y hallaran allí a una todavía desubicada Samanta.

                       -    ¿Y en qué consiste en realidad vuestra tarea? -, quiso saber la visitante.
                                  -    Nos obligan a precisar su armamento, a mejorarlo si se puede… Ellos nos traen de la luna, los meteoritos que han logrado penetrarla, para  En la luna que las convirtamos en sables, espadones, hachas, flechas asesinas y escudos… Son del mismo material que los látigos, pero supongo que quieren un equipo más complejo y pesado contra los Seres de Luz -.
                 -    ¿Meteoritos de la luna? -, cuestionó Sami extrañada.

     Comprobaron que no había nadie fuera aún, y siguieron la conversación, sabiendo que pronto tendrían que separarse.