Estaba preocupada por lo que le estaba sucediendo a Aníbal. Se ahogaba y con cada tos convulsionaba una parte de su cuerpo.
El conducto empezaba a cerrarse, pillando la cabeza de Sua que no dejaba de rugir furioso… Mientras, Aníbal se había caído, y Samanta intentaba calmarlo, a la vez que vigilaba que el fuego no les sorprendiera.
Cada vez el agujero del Ser de Luz era más angosto y apretado… ¡Se estaba encogiendo! ¡Se derrumbaba también! Las fuertes embestidas del dragón por querer entrar, realmente estaban haciendo que todo se hundiera.
Sua, vencido ya, tuvo que sacar la cabeza del agujero y dejar que se sellara herméticamente. Así es como se quedó rabioso en el Averno; Samanta hizo un gesto de satisfacción, pero todavía tenían que salir de allí.
De repente, Aníbal se levantó como si le hubieran tocado un resorte y se puso en frente de la chica impidiendo la marcha.
- ¿Qué estás haciendo? -, indagó ella ambigua.
- Nuestro lugar está en el Averno… Nos debemos a Sua… Nuestro lugar está en el Averno… Nos debemos a Sua… Nuestro lugar está en el Averno… -, repetía Aníbal, comenzando a levitar, tras bruscamente haberse quitado toda la ropa.
La visión de Samanta se volvió borrosa, y sintió como si su propia debilidad se la estuviera comiendo a bocados.