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“EN OTROS MUNDOS” (90)

    Samanta alargó el cuello todo lo que pudo, pero ya era demasiado tarde… Irrevocablemente, el agujero se la estaba tragando literalmente. No era su primera experiencia colándose hacia el Averno; esta vez todo era diferente, ella sabía que eso era lo que debía hacer… aunque por un momento, se sintió liviana e insegura…

                Entre los matorrales del cementerio le había parecido identificar a alguien que la estaba observando… Alguien desconocido para ella, alguien a quien nunca había visto.

                ¿Quién?             No salía de su asombro, cuando este desconocido salió de su escondite, y musitó nervioso:

              -    ¿Sami? No te vayas de nuevo, por favor…-.

                                                    …

     Antes de que ella pudiera responderle, como era de esperar, se hundió totalmente en el agujero, sin poder frenar su caída hacia el Averno. El anónimo muchacho parecía tenerla en gran estima, y mientras se desplomaba sólo esperaba que no se acercara demasiado al orificio de Sua, el cual lo atraería hacia sí  en milésimas de segundo.

     Al final del boquete oscuro estaba el carbonizado Tirso esperándola. El Ser de Niebla de Silvia se había escapado; la caja de cartón no había podido retenerla ya, y se hallaba rota y desvencijada en un rincón.

“EN OTROS MUNDOS” (89)

   Samanta se había sentado bajo el árbol como el otro había ordenado. El Ser de Niebla no tardó en fijarse en ella, y avanzó irrefrenablemente como si fuera un animal, que la quisiera devorar.

     Aunque todo estaba preparado, tembló y sintió como que moría por segunda vez, mientras el ente la atropellaba con su mirada mórbida y desagradable, y sacaba su látigo de acero.

    Cerró los ojos y no se levantó; ni siquiera trató defenderse. Oyó una queja gutural, y cuando de nuevo abrió los párpados lentamente, como con miedo hacia que algo hubiera salido mal, se encontró con que la caja había atrapado al Ser de Niebla. Tirso apareció con una sonrisa en los labios:

       agujero al Averno    -    ¡Ya está! Ahora sólo tenemos que colarla por el agujero de Sua, ¡y rápido! ¡La caja no va a resistir por mucho tiempo! -, exclamó.

     Samanta sacó fuerzas que nunca hubiera reconocido que tenía, y ayudó a su amigo a llevar al Ser de Silvia hasta el pasaje que les llevaría al Averno… El traslado fue lo más difícil; una vez hubieron llegado al agujero, esto mismo absorbió la caja como si nunca hubiera tenido otro objeto.

     Tirso gesticuló cortés invitando a Sami a que siguiera a la caja, pero ella declinó la  convidada:

                                -    Saltaré detrás de ti, Tirso -.

                Cuando Tirso botó hacia el Averno, ella pensó que ya nadie más estaba en esa dimensión… Solamente ella…

               Hasta que le pareció que algo se movía tras unos matorrales.

                                 tras el matorral

“EN OTROS MUNDOS” (88)

    Samanta y Tirso llegaron al Cementerio de Santa Catalina a la vez que el amanecer. Enseguida encontraron a la transformada Silvia, que entre tumba y tumba, iba y venía distraída y dispersa.

                       Tirso la contemplaba desde su negrura tan avanzada en completo silencio, admirándola y extrañándola, como si no fuera un Ser de Niebla; unas cuantas lápidas más atrás estaba allí abierto uno de los agujeros dimensionales de Sua por el que podía comunicarse con el Averno…

   Cementerio de Santa Catalina  Sin perder tiempo, su amigo comenzó a construir la trampa en uno de los árboles para que una caja de cartón cayera sobre Silvia, y así pudieran llevarla con ellos al Averno.

                     -    No sé cómo piensas que va a caer en algo tan burdo… -, confesó renegada Samanta.
                                   -    Lo pienso porque tú vas a hacer de cebo -, programó él.

                    Debía haberle trastornado un poco el revés que de él había hecho el látigo del Ser de Niebla; Sami se negó instantáneamente…

                          A él ya no iba a intentar atacarle, a Samanta seguramente querría ayudar a que se convirtiera  en un Ser de Niebla más rápidamente, queriendo borrar de un plumazo su apariencia humana. Por  más que le daba vueltas, no acertaba a contribuir con otra idea; así que agachó la cabeza, y no discutió más con Tirso.

     Miró al horizonte, y mentalmente se dejó arrastrar como si fuera un vegetal. Todo pintaba ya muy mal para ella… Sólo era un sacrificio más…

“EN OTROS MUNDOS” (87)

    Dudó durante unos minutos si su compañero había perdido el juicio. Estaba planteando a Samanta llevarse a Silvia, al Ser de Niebla, con ellos al Averno:

                                   Sami piensa que su amigo ha perdido la razón
     -    ¡No podemos secuestrarla así como así! ¡No es humana ya! Además… ¡Fíjate lo que te hizo, Tirso…!-.

             Él no atendía a razones; casi prefería los momentos en los que no mentaba a Silvia, y estaba en estado de shock.

            Sugería que después de aquel trasiego, el Ser de Niebla de Silvia habría ido a un sitio fidedigno para ella, seguramente al cementerio más cercano, al Camposanto de Santa Catalina, a dos kilómetros desde allí yendo hacia el Norte. Los cementerios le resultaban familiares, ya que en el de su pueblo era en el primero que se estableció con Tirso, desde que pasara confusa a otra dimensión.

                                -    Antes de que yo mismo me convierta en un Ser de Niebla y no pueda discernir lo que está bien de lo que está mal, tengo que llevarla al Averno, a donde debe estar… Y nosotros dos no tardaremos en convertirnos en lo que Silvia es ahora… y deberemos estar allí -, conjeturaba Tirso.

     Eran muy bonitas todas estas pretensiones… Pero no podía ser tan fácil capturar a un Ser de Niebla, aunque Sami estaba reflexionando en que quizá así sería más fácil dar  con el camino al Averno.

                    Estaban convencidos de poder hacerlo, y se pusieron en marcha hacia el cementerio pensando que era lo correcto.

“EN OTROS MUNDOS” (86)

     Nadie, ninguno de los que estaban por allá, se escandalizaron por el aspecto de Tirso…

              -    Claro, aún cuesta asumirlo, pero es que ninguno puede vernos -, manifestó Samanta.
                                  -    Eso es, Sami. Ocupamos el mismo espacio, pero seguimos en distinta dimensión. Ni nos ven, ni nos oyen… igual que La Niña, por eso huyó asustada. La echaré de menos -, continuó él.
     A la chica lo que le extrañaba es que no mencionara a Silvia… Fue a la que amó desde antes de saberlo, y ahora que era un Ser de Niebla, se convirtió en el verdugo de Tirso; era como si la hubiera borrado de la memoria.

     Samanta pensaba en que el mundo de los vivos había dejado de ser el suyo, y más después de que Fabio ya jamás iba a volver.

           -    No quiero seguir más aquí… Mi lugar ahora es el Averno, hice mal saliendo de allí. ¡Tenía que haberme quedado con Nadia y con Teo! -, reflexionó en voz alta.
                          -    Efectivamente vamos a volver al Averno, es la mejor opción para los dos… Pero, quítate de la cabeza que hiciste mal al escapar del monstruoso Sua; si cabía una pequeña posibilidad para huir, había que aprovecharla -.

 ¿Cómo volver al Averno?                                                         Tenía toda la razón. Ahora teníamos que pensar en cómo volver a ese infernal sitio, donde las libertades y las redenciones se veían coartadas y vulneradas por los deseos y los apetitos de Sua.

                                                             

“EN OTROS MUNDOS” (85)

     El Ser de Niebla no quitaba ojo del Eje del Mundo… Antes de que Samanta se decidiera a clavárselo, se retiró, escapando en volandas por las callejuelas.

             Gangrena      Sami se acercó a su como carbonizado amigo, cada vez más a medida que la sangre se aposentaba en su piel cubriendo enteramente su rostro, su cuerpo y todos sus miembros. Se agachó ante Tirso que le agarró la muñeca reciamente:

                  -    Estamos muertos los dos, Sami. Y, el destino es el mismo para nosotros… Los dos acabaremos convirtiéndonos en Seres de Niebla… Quizá, yo antes que tú, me veo mucho más afectado por el látigo de Silvia…-.
                              -    ¡He dicho que te olvides de ella! ¡Ese personaje inmundo no es Silvia! ¡Ha desaparecido, Tirso! ¡No está! -, se sinceró la chica, sufriendo mortalmente lo que estaba diciendo.
     Tirso, que se había ido poniendo de pie lentamente, agachó la cabeza, dándose cuenta de que llevaba razón.

     Era una figura de alquitrán. Estaba recubierto de esa especie de gangrena degenerativa, que como si fuera un capullo de seda, le haría luego en vez de mariposa, un febril y malévolo vasallo de Sua.      De su color de luto, sólo sus ojos bañados en lágrimas y sus dientes como la nieve recién caída del cielo, contrastaban con la oscuridad de sus músculos y tendones. Pero, todo esto no era comparable a la tristeza que sentía por saber que sin remedio, se iba a convertir en un Ser de Niebla.

                            Salió un montón de gente de la sala de música.

“EN OTROS MUNDOS” (84)

    Decidió Samanta dejar de presenciar ese espectáculo tan horrendo, al no saber qué hacer para librar a Tirso… Y convidó a La Niña a que saliera corriendo en busca de ayuda.

              -    ¿A quién se lo voy a decir? -, renegó la pequeña, recordando que nadie del mundo terrenal podría ver la pelea en la que el Ser de Niebla tenía todo ganado.

                               Y además, Samanta empezaba a sospechar que La Niña tampoco podía ver con precisión lo que pasaba con Tirso y el fantasma oscuro… ni siquiera a ella… Lo creyó ya con más firmeza cuando comenzó a hablar con ésta, sin que le mirase a los ojos…

                                         – Sólo me escuchas, ¿verdad? -.

              – Sí, Samanta… Esa es la verdad… Os estáis borrando de mi mundo, ya a duras penas puedo oíros. Casi no puedo veros, sólo sois sombras y humo para mí -, dijo La Niña compungida.

                                  Soledad

     Pronto, todos ellos desaparecerían para siempre. La Niña pertenecía al mundo de los vivos, todo se haría niebla y los muertos se confundirían con la noche.

             -    ¿Sami? ¿Sami? ¡Ya no te veo! ¡Esto no es justo! ¡No puedo verte, Sami! ¡Ni a Tirso, ni al Ser de Niebla! -. Estaba nerviosa, y otra vez se encontraba sola en el mundo. No podía soportarlo más, y huyó confusa del lugar, rota de dolor y sin hallar consuelo.  

     Agonía de Tirso       Samanta dio un paso hacia Tirso, que lleno de sangre, se retorcía en el suelo, esperando otro nuevo golpe del látigo del Ser de Niebla. Ella acarició el Eje del Mundo, que La Niña había puesto en sus manos…

“EN OTROS MUNDOS” (83)

-    ¿Podrías clavarle la lanza a Silvia? -, dudó La Niña, ofreciéndole el Eje del Mundo.

                      -    Ya no es ella, tú misma lo dices… No había pensado nunca que se la clavaría a Aníbal, y lo hice, por nuestro bien -, manifestó Sami, mientras mantenía entre sus manos la afilada arma.

     Le costaba demasiado… Quizá se había precipitado en pensar que podría acabar con el Ser de Niebla, que ya había flotado en el aire y estaba por encima de la cabeza de Tirso.

                           ¿Y si hubiera otra solución para no matarla? ¿Si pudiera volver a ser humana, si pudiera regresar desde lo más tenebroso siendo de nuevo Silvia? Tirso debía estar reflexionando en lo mismo, y se contuvo cuando el látigo le encorsetó, y empezó a darle vueltas con la función de marearlo y confundirlo, para que no pudiera rebelarse al ser castigado por el ente.

                                           Cuando cayó al suelo casi no respiraba… El látigo del Ser de Niebla resplandecía en la noche lluviosa, y arqueando la espalda fue asumiendo el escarnio escalofriante al que estaba expuesto. Aún el pobre Tirso, dejaba escapar unas mortecinas palabras:

                               -    ¡Dejadla, dejadla! ¡Ella está peor que yo! -.

                   Samanta se enorgulleció de su amigo… A ella le gustaría llegar a ser así, llegar a amar a alguien como Tirso lo hacía a Silvia, amar por encima de la vida y la muerte. Quizá lo hubiera hecho ella por Fabio, pero no estaba plenamente segura.

“EN OTROS MUNDOS” (82)

     Al voltearse, pudo contemplarla de nuevo en toda su oscuridad. Era un Ser de Niebla, ya no quedaba nada de Silvia… Silvia, Ser de Niebla

                Con la impresión de lo que había pasado con Fabio, Tirso y los demás se habían olvidado de la amenaza del fatal ente. Y, con certeza, este Ser hubiera querido llevarle su alma a Sua, para que estuviera con él por siempre en el Averno… Menos mal que el Ser de Luz se le adelantó.

         -    ¡Corre, Tirso! ¡Vámonos, tenemos que irnos! ¡Rápido! -, legritaban Samanta y La Niña, mientras un sudor frío y neurálgico, las empapaba más que la lluvia que estaba cayendo.

     Tirso estaba bloqueado… Estaba paralizado, como petrificado, ante el látigo fulgurante y centelleante, que buscaría hambriento su dolor.
          Él ya no podía escuchar a sus amigas, sólo el chasqueo del látigo al golpear el suelo, como un previo ensayo de lo que le iba a suceder.

                                   La dulce Silvia se había convertido en eso, y él en el más débil y endeble de este mundo. Justo antes de que le atacara segándole la vida, acertó a silabear su nombre, el de la que había desaparecido ya:

                                     -    Sil… via… ¿Por qué haces esto? -, retorció Tirso, arrodillado en el suelo, rogando que el látigo le prodigara una muerte más fulminante que la de otros.

                      Samanta se acordó de la lanza con la que acabaron con el Ser de Niebla de Aníbal.

“EN OTROS MUNDOS” (81)

     Antes de que pudiera pronunciar una sílaba, Samanta se vio sorprendida por el resplandor incandescente de un agujero dimensional. Apartada de esto, junto a La Niña y Tirso, interpretó que era uno de los generados por  el Ser de Luz.

                   Este Ser les saludaba cordialmente, y al salir de los anillos resplandecientes, se dispuso frente al cadáver de Fabio. Entonces, abrió los ojos y se incorporó, dándole después la mano al Ser de Luz para incorporarse…

                           -    ¡Estás vivo, Fabio! ¡Estás vivo, es un milagro! -, exclamaba su novia queriendo acercarse… Se lo impedían con todas sus fuerzas entre la pequeña y su compañero, al no comprender lo que estaban advirtiendo embelesados.

                                             Al tocar al Ser de Luz, Fabio se descompuso en Fabio en lucesmillones de luces diminutas, y Samanta se convenció de que era su espíritu el que ahora pasaba a formar, en pedacitos incandescentes, del Ser de Luz. Así es que se enteraría que el Ser de Luz no era otra cosa, que cachitos de las más bondadosas almas humanas… las de los hombres y mujeres más piadosos y humildes del mundo… las que habían sufrido bastante ya en esta dimensión tan codiciosa y egoísta.
     Por último, se vio entrando a la iluminada figura en el túnel de rayos y anillos refulgentes y esplendorosos, mientras los tres se pellizcaban entre ellos para persuadirse de que estaban despiertos.

                La Niña sonríe serena Tan efervescentes  estaban por lo que acababan de presenciar, que no les importaba que la lluvia comenzara de nuevo, después de la tregua que había mantenido durante el rato en el que el Ser de Luz se había llevado consigo a Fabio a un lugar, con seguridad, mejor que los Avernos de Sua, y mejor que este mundo… nuestro purgatorio particular.
     Tirso tenía la impresión de que alguien le observaba…