Antes de que pudiera pronunciar una sílaba, Samanta se vio sorprendida por el resplandor incandescente de un agujero dimensional. Apartada de esto, junto a La Niña y Tirso, interpretó que era uno de los generados por el Ser de Luz.
Este Ser les saludaba cordialmente, y al salir de los anillos resplandecientes, se dispuso frente al cadáver de Fabio. Entonces, abrió los ojos y se incorporó, dándole después la mano al Ser de Luz para incorporarse…
- ¡Estás vivo, Fabio! ¡Estás vivo, es un milagro! -, exclamaba su novia queriendo acercarse… Se lo impedían con todas sus fuerzas entre la pequeña y su compañero, al no comprender lo que estaban advirtiendo embelesados.
Al tocar al Ser de Luz, Fabio se descompuso en millones de luces diminutas, y Samanta se convenció de que era su espíritu el que ahora pasaba a formar, en pedacitos incandescentes, del Ser de Luz. Así es que se enteraría que el Ser de Luz no era otra cosa, que cachitos de las más bondadosas almas humanas… las de los hombres y mujeres más piadosos y humildes del mundo… las que habían sufrido bastante ya en esta dimensión tan codiciosa y egoísta.
Por último, se vio entrando a la iluminada figura en el túnel de rayos y anillos refulgentes y esplendorosos, mientras los tres se pellizcaban entre ellos para persuadirse de que estaban despiertos.
Tan efervescentes estaban por lo que acababan de presenciar, que no les importaba que la lluvia comenzara de nuevo, después de la tregua que había mantenido durante el rato en el que el Ser de Luz se había llevado consigo a Fabio a un lugar, con seguridad, mejor que los Avernos de Sua, y mejor que este mundo… nuestro purgatorio particular.
Tirso tenía la impresión de que alguien le observaba…