Samanta se había sentado bajo el árbol como el otro había ordenado. El Ser de Niebla no tardó en fijarse en ella, y avanzó irrefrenablemente como si fuera un animal, que la quisiera devorar.
Aunque todo estaba preparado, tembló y sintió como que moría por segunda vez, mientras el ente la atropellaba con su mirada mórbida y desagradable, y sacaba su látigo de acero.
Cerró los ojos y no se levantó; ni siquiera trató defenderse. Oyó una queja gutural, y cuando de nuevo abrió los párpados lentamente, como con miedo hacia que algo hubiera salido mal, se encontró con que la caja había atrapado al Ser de Niebla. Tirso apareció con una sonrisa en los labios:
- ¡Ya está! Ahora sólo tenemos que colarla por el agujero de Sua, ¡y rápido! ¡La caja no va a resistir por mucho tiempo! -, exclamó.
Samanta sacó fuerzas que nunca hubiera reconocido que tenía, y ayudó a su amigo a llevar al Ser de Silvia hasta el pasaje que les llevaría al Averno… El traslado fue lo más difícil; una vez hubieron llegado al agujero, esto mismo absorbió la caja como si nunca hubiera tenido otro objeto.
Tirso gesticuló cortés invitando a Sami a que siguiera a la caja, pero ella declinó la convidada:
- Saltaré detrás de ti, Tirso -.
Cuando Tirso botó hacia el Averno, ella pensó que ya nadie más estaba en esa dimensión… Solamente ella…
Hasta que le pareció que algo se movía tras unos matorrales.