“EN OTROS MUNDOS” (50)

      Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Samanta se quedó pálida y se bloqueó, aprehendiendo con una mano a Nadia. Miró de frente al recién llegado, y descubrió serenada que era Aníbal, el que había irrumpido en que abandonaran la fortaleza.

                           Hallazgo de Aníbal

            -    Os vinimos a ver a Silvia y a ti… A ella la hemos encontrado en los calabozos, y a ti también esperábamos verte allí, pero pensamos que habíamos buscado mal -, contestó bajándose la capucha, para que viera que era ella.

     Nadia también deslizó su capucha, pero coincidía con Teo, en una expresión seria y de preocupante desconfianza:

                                    -    Nos alegramos de poder hablarte, Aníbal… Pero, ¿no te habían encerrado por lo de no cumplir las reglas del Averno e ir a divertirse con una de las condenadas? -, departió Teo en nombre de los tres.
                                                  -    Claro, me apresaron como a Silvia, pero yo he logrado escapar… Intenté buscarla para irnos juntos… no di con ella. Y ahora… ¿puedes esconderme en tu choza, Sami? -, manifestó él.

     Samanta sólo pensaba en la felicidad de su amiga cuando al fin, la sacaran de la fortaleza de Sua, y se encontrara con su Aníbal… No pudo negarse, y le correspondió con una conformista sonrisa.
     De camino a las cabañas no se tropezaron, para su gozo y regodeo con ninguno de los originales Seres de Niebla. Mientras los cuatro marchaban, Teo disimuladamente apartó a Sami de los demás, y la increpó:

    -    ¿Estás loca? ¿No decías que no confiabas en él? ¡Acabas de meter al enemigo en tu casa! -.

“EN OTROS MUNDOS” (49)

     Ya en los opulentos pasillos, antes de salir de la fortaleza, Samanta dudaba sobre qué iban a hacer para sacar a Silvia de ese calvario:

                  -    No te preocupes, Sami. Conseguiré la llave maestra para sacar a Silva, y a Aníbal, que aunque no lo hemos encontrado esta vez, no debe andar lejos…… -, animó Teo, rodeándola con el brazo.
                        -    ¡No digas tonterías, Teo! ¡No te la vas a jugar…! Si Sua se entera de que te has hecho con la llave, no quiero ni imaginarme lo que te haría -, interfirió Nadia, usurpando el lugar de la joven.

                        riña entre Nadia y Teo

     Samanta notaba como si pudiera cortar la tensión entre ellos dos con un cuchillo. Prefirió callarse y no echar más leña al fuego, aunque tenía muy  claro que a pesar de que Nadia y Teo no le ayudaran con Silvia y Aníbal, iba a hacer lo posible ella sola, por liberarlos.

       Ensimismados en la discusión, no se habían percatado de que alguien había       salido de la cámara de Sua. No se dieron  suficiente prisa en huir, e irremisiblemente se unió a Samanta, que se había quedado atrás, mientras la pareja regañaba…

                                 -    ¿Qué estáis haciendo aquí? -.

     Ella se volteó. Encapuchada como un Ser de Niebla, no sabía qué iba a decir.

“EN OTROS MUNDOS” (48)

     La llevó hasta el ultimo calabozo del pasillo, y  Samanta descubrió a una Silvia atormentada, a una Silvia que replegada sobre sí misma, era la personificación del sufrimiento y la desesperación.

      -    Quiero entrar -, manifestó firmemente a Nadia. Ésta bajaba la cabeza, como presentando su impotencia para lo que le pedía.

     Enseguida, Teo llegó hasta donde ellas estaban, y confirmó tristemente que los Seres de Niebla eran los únicos que tenían una sola  llave maestra para todos los oscuros habitáculos.

     Sami tuvo que conformarse con ver a su amiga a través de la mirilla: Silvia en el calabozo estaba desnuda como los demás prisioneros y aunque no podía verlo bien, la cicatriz negra, señal de que se convertiría en poco tiempo en uno de los vasallos de Sua, iba gangrenando su piel e iba minando su espíritu y sus ganas de vivir…

  -    ¿Silvia? ¿Cariño? ¡Soy Sami! ¡Vamos a sacarte de aquí…! ¿Me oyes, Silvia? -.  

     Silvia la reconoció, y se puso a llorar y a gritar que la sacara de allí, que no aguantaba más, que no podía sufrir ya más:

                                -    ¡Sácame de aquí, Samanta! ¡¡Sácame de aquí, no sé qué me está pasando!! ¡Quiero morirme, Sami! ¡¡¡Quiero morirme!!! -, repetía una y otra vez la muchacha.

      Nadia avisó de que tendrían que irse, antes de que volvieran los Seres de Niebla auténticos. Hasta que Teo robara la llave no podían hacer nada más, y en verdad era un aprieto demasiado grande para él si era descubierto.

            Se ajustaron la capucha, y salieron detrás de Teo…

“EN OTROS MUNDOS” (47)

     La puerta del calabozo era gruesa, pero Samanta enseguida se fijó en una mirilla, por la que los carceleros podrían observar a los prisioneros. Ya consideraba demasiada fantasía que fuera Silvia la que estaba allí dentro; aún así, no debían dejar de repasar ninguno de los habitáculos, iluminados con esa tenue y mortecina luz.
     Al otro lado, pudo distinguir a un hombre acurrucado en la pared. Estaba desnudo y sucio… Prisionero  Estaba como desnutrido, y no paraba de sollozar, seguramente por las heridas que los Seres de Niebla le habían infringido.

     Después de esta visión, la pena y la angustia de encontrar a Silvia así, se acrecentaron terriblemente, cuando se planteó pasar por otra mazmorra de éstas; otra mujer, había otra mujer cubierta de llagas, que sufría horrorosamente su, sobre seguro, injusto encierro. Sami encontró a otro hombre desnudo en otra celda… y a otro, en otra a su izquierda, del todo magullado y ulcerado; a éste, le conocía de haberle visto con Aníbal… Era el compañero coreano que le acompañó en su intento de dejar el Averno, el mismo al que Sua luego había decidido castigar, tras que se hubiera resistido, una vez que los Seres de Niebla le obligaran a volver al trabajo forzado… pero ahora, tan débil, tan enfermizo que no parecía él…

     Cuando más inquieta estaba, Nadia llegó y la zarandeó:

              -    Creo que he encontrado a tu amiga, Sami… -.

“EN OTROS MUNDOS” (46)

Ya en la entrada de la fortaleza de Sua, se encontraron con unos auténticos Seres de Niebla; y tal y como había predicho Teo, ni les extrañó ver a un Detalladero  con sus dos escoltas de negro.
     Eso sí, conversaban en un idioma indescifrable, y tan sólo dieron una palmadita en la espalda de la encapuchada Samanta, como en señal de que aceptaban que los tres ingresaran dentro.
     Nadia temía que descubrieran los disfraces, y en cuanto se vio a salvo, apretó con fuerza la mano de Teo, y a Sami le ofreció una mirada cómplice.


           -    ¡Es impresionante todo esto! -, decía Samanta embobada al ver la labor de decoración de los Detalladeros y Detalladeras.


     Pasillos suntuosos Observaba embelesada todas las pinturas, los relieves, las imágenes y las telas  en fuertes colores engalanadas en oro de los largos pasillos. Al final de todo podía atisbar que había un salón grandioso, seguramente donde se levantaba el trono de Sua; pero antes de llegar, Nadia la cogió del brazo, y precedidas por Teo fueron a parar a unas salas oscuras y lóbregas bajando por una resbaladiza rampa,  que contrastaban con la luz y la riqueza portentosa del palacete.


                          -    Estos  son los calabozos. Aquí hay mucha gente encerrada, ahora buscaremos a tu amiga Silvia… y a Aníbal, ¿sí? -, resolvió Teo, poniéndose a la exploración en un santiamén. Pronto, Nadia se lanzó a la búsqueda.

                                    Sótano de la fortaleza
     Samanta seguía paralizada; allí plantada en el suelo; le sobrecogía el hedor a carne quemada de aquel sombrío sótano. Entonces, se decidió a ayudar a averiguar dónde estaban sus amigos; nada iba a impedir que los encontrara. Se quitó la capucha, y se dirigió hacia la celda que tenía justo enfrente.

“EN OTROS MUNDOS” (45)

     Ésta comprobó que era Teo el que tocaba la puerta, y se rió de sí misma cuando sólo hacía un momento había pensado lo peor.

                -    ¡Vamos, Samanta! ¡Date prisa! Tienes que vestirte con las ropas que he robado a los Seres de Niebla… A Nadia también le he llevado el vestuario; vendrá en cuanto se lo haya puesto -.

     El hombretón  entró en la chabola sin más con el objeto de no ser descubierto. Dejó los negros ropajes en las manos de Sami, y se dirigió a la portezuela, que estaba entreabierta para poder vigilar que en el exterior nada se moviera. Ella se puso la capa y se echó la capucha; buscó luego la aprobación de Teo…

                                   Encapuchada
 

                            -    ¿Qué tal, Teo? -, inquirió la muchacha, mientras posaba como para un reportaje fotográfico.               -    ¡Bien, muy bien! La palabra que te define no es guapa, es IRRECONOCIBLE. Es perfecto, pareces uno de ellos -.

     No estuvo tan segura de ello hasta que no vio a Nadia que llegó envuelta ya con los atuendos de los Seres de Niebla. Samanta se asustó, hasta que habló y se quitó la capucha.

                                               -    Mientras la llevas puesta es como si tú misma te borrases, como si te ofuscases, como si te confundieses con la oscuridad y las tinieblas… Pero, gracias a que no somos aún Seres de Niebla, por lo menos yo, no nos convertimos en humo y desesperación sin ningún sentimiento humano como son ellos -, expuso Nadia, a la vez que arrullaba a Teo.
                         -    Pues, Nadia… Tú también estás… IRRECONOCIBLE -, sugirió Samanta en un guiño empático con Teo.

     Salieron de la choza. Estaban preparados para cruzar los muros de la fortaleza de Sua.

“EN OTROS MUNDOS” (44)

    No le gustaba demasiado que le dieran esa orden disfrazada de sugerencia, pero Sami se mordió la lengua y calló como una muerta. En realidad, Teo y Nadia estaban haciendo sólo lo que les parecía mejor; además, Samanta, a pesar de llevar en el Averno unas cuantas semanas, no era allí más que una recién llegada… Y lo más inteligente era dejarle al dueto de veteranos llevar la batuta.
       Como siempre cuando pasaba de una choza a la otra, fue lo más prudente y sigilosa que pudo; De choza a choza y nadie la vio transitar hasta su chabola… Se ocultaba entre las hierbas sin que se la viera. Una vez en la cabaña, Samanta cerró la tosca y rudimentaria portezuela, y respiró profundamente aliviada de espaldas a ella.

     Estaba muy nerviosa y no dejaba de caminar de un lado a otro. No dejaba de imaginar que ocurriría si no encontraban en la fortaleza a Silvia y a Aníbal, si los Seres de Niebla descubrirían lo que querían hacer, si Sua les molería a latigazos nada más enterarse de su atrevimiento al revelarse sus intenciones. La espera hasta que Teo tocara en la portilla se le hizo larguísima.

     Antes de abrir, manejó la posibilidad de que no fuera él. Se quedó allí petrificada, considerando que si no era Teo, no podría escapar… Si eran los Seres de Niebla, no convendría de ninguna manera ponerles las cosas difíciles, porque fuera como fuera, Samanta era ya su prisionera.
     Los golpes en la puerta se repetían. El corazón de Sami latía con fuerza… Se mordía los labios… Le temblaban las manos, pero no tenía frío; y a la vez, notaba cómo le corrían gotas de sudor por la espalda, pero no tenía calor…

“EN OTROS MUNDOS” (43)

     Cuando estuvo vivo, Teo hacía muchos trabajos en interiores, y ahora Sua se enorgullecía de su labor como Detalladero. Él era uno de los que nadie se hacia preguntas si quería entrar a la fortaleza; sus tareas de decoración eran sobresalientes para Sua, y los Seres de Niebla no debían interferir en ellas.
     El plan de Nadia era acceder con él al interior del edificio. Samanta se cruzó de brazos:

                  escéptica

     -    A ver… No sé si me convence ese plan… Nos apresarán a los tres, y eso sí, pronto iremos a hacerles compañía en próximos calabozos a Silvia y a Aníbal… -.
                         -    No creas que soy tan tonto para llevaros allí a cara descubierta… Tengo acceso también a unas capas que simulan las de los Seres de Niebla:

          Capas de los Seres de Niebla Mañana mismo, sacaré dos y así me escoltareis como si fuerais dos  de esos nebulosos hasta el centro de la mansión de Sua. Buscaremos los calabozos hasta dar con tus amigos, y los sacaremos de allí, ¿qué te parece, Sami? -, declaró Teo sonriente.

    Mal, el plan a Samanta le parecía rotundamente catastrófico y ridículo. Nadia y Teo tenían buenas intenciones, pero lo que ella quería únicamente, era sacar de su prisión a Silvia y Aníbal. Les miraba seria y en silencio.

     A la pareja les parecía una buena idea realizar el rescate de esa forma, pero realmente no tenían nada que perder, estaban ya condenados. Samanta seguía pensando que aquello era un suicidio, y se sintió egoísta por una vez: pensó en dejar todo y buscar otro agujero dimensional que con suerte la llevase a su mundo, al que echaba tanto de menos, y en el que nunca hubiera sospechado que acabaría en el Averno.

     Le dijeron que fuera a su cabaña; que pasarían a buscarla en cuanto hubieran preparado todo.

“EN OTROS MUNDOS” (42)

     Samanta no pudo ocultar una fulgurante expresión de horror en su rostro, cuando vio aquella parte negruzca del cuerpo de Nadia… Su abdomen desnudo se estaba pudriendo y resultaba tan aversivo, que hasta ella misma apartaba la mirada resignada.

              -    ¡Ya sé que es repulsivo, Sami! Sólo quería que supieras que cuando se está encerrado en los calabozos de Sua, todo el progreso de depresión y devastación de uno mismo avanza más rápidamente para que nos convirtamos en Seres de Niebla: mientras trabajamos en la fortaleza el proceso se ralentiza, pero mientras estamos allí encarcelados pensando que ya no hay forma de dejar el Averno, la putrefacción y la consunción total de nuestro espíritu van minándonos por dentro para finalizar con la transformación fatal… -.
                                    -    ¿Quieres decir que esto les puede pasar a Silvia y Aníbal? -.

     Bajó la cabeza, como confirmando que efectivamente podían no estar igual, como los habían visto por última vez. Se cubrió de nuevo, e ignoró que Sami la hubiera estado examinando con ojos de espanto hasta hacía un par de segundos.

       Tenía razón… Silvia y Aníbal llevaban ya demasiado tiempo confinados en las mazmorras de Sua, y era más que posible que como Nadia cuando estuvo allá, hubieran empezado a pudrirse, primero su físico, para acabar con la pudrición de su alma y convertirse en Seres de Niebla a todos  los efectos.

     Después de esto, volvieron con Teo. Él abrazó fuertemente a Samanta; se la veía muy afectada a continuación de la exposición. Abrazo con Teo

                                        -    Vamos a sacarlos de allí -, sentenció el hombre con voz firme y segura.

                                                             

“EN OTROS MUNDOS” (41)

     ¿Se podría fiar de ella? Acababa de confesar que cuando estuvo viva fue una asesina, una celosa compulsiva que no tuvo escrúpulos a la hora de matar a otro ser humano. Tal y como fuera, Samanta tenía que seguir escuchando a Nadia y a Teo; eran los únicos que la ayudarían en el Averno para volver a ver a Silvia y a Aníbal.

                                           Conversando

      Una pregunta de Teo le confundió aún más:

        -    ¿Estás segura de que quieres verlos? -.
                        -    ¡Por supuestísimo, Teo! ¡Y quiero sacar de ahí a Silvia y a Aníbal! ¡Y nos marcharemos de este sitio terrible…! -, contestó Samanta muy crispada.
                                         -    No malentiendas lo que Teo dice; no es que no quiera ayudarte con la liberación de los chicos, es que si lográis salir no vais a tener donde esconderos -, aseguró Nadia, que ya había estudiado planes mucho antes  para salir de allí.

     Lo que Sami quería era por lo menos ver a Silvia; lo demás no le importaba. El destino provendría si saldrían luego del Averno o no.

                               -    Puede ser que no la encuentres como la dejaste… -.

     En un principio, no acertó a comprender por qué le decía eso… Entonces, Nadia se la llevó a un lugar más apartado de la cabaña, y se remangó la camisa: una mancha negra como el petróleo recorría parte de su cuerpo, la que ocultaba bajo sus ropas, discretamente.

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