“EN OTROS MUNDOS” (124)

    Así fue, Samanta caminaba entre los Gemelos; Nadia iba unos pasos atrás, cargando el “Eje del Mundo” y portando con sumo cuidado el saquito con la arena de Marte. Sami no podía ver bien y se cansaba a pesar de la poca distancia que habían recorrido, pero no quería admitir que quizá ella se había puesto en marcha demasiado pronto; no estaba recuperada de lo de la pérdida de su brazo.

             -    ¿Estás bien, Samanta? -, quiso saber el Gemelo más atento, dándose cuenta de que arrastraba los pies más de lo normal.

                       Empezó a ver dobles a los hermanos, y avanzó unos pocos metros hasta que todo adquirió un incómodo puntilleo que la hacía sentir como si fuera a  morir. Samanta cerró los ojos con la intención de que cuando volviera a abrirlos, esa sensación tan desagradable se hubiera esfumado; pero en lugar de ello, perdió el equilibrio, y si los Gemelos no la hubieran sujetado, hubiera acabado en el duro suelo.

                                      -    ¡Samanta, todavía no! Sé que te sientes débil ahora y con menos esperanzas cada vez, pero nos queda mucha lucha por delante… Ellos y yo, estamos tan condenados como tú a convertirnos en Seres de Niebla… es ahora cuando podemos combatirles y acabar con nuestra agonía en el Averno, siendo los esclavos de Sua… ¡Aportemos todo lo que podamos a la Luz! -, notificó Nadia, ayudándola a andar.

             -    ¡La Luz triunfará! ¡Victoria de la Luz para siempre! -, gritaban los otros muy exaltados.

     La oscuridad y la angustia la inundaban. Sami quiso hacer una pregunta que nadie supo revelar:

                                      -    ¿Y por qué no hay nieve aquí? -.

“EN OTROS MUNDOS” (123)

   Ante las miradas atentas de todos, Nadia abrió la cajita… Descubrió un pequeño saquito dorado, que no ocupaba más de la mitad de su mano.

                                 Saquito Dorado de Marte

               -    Lo sabía. No podía tratarse de otra cosa -, sentenció Nadia, conteniendo la respiración.
                             -    Explícate mejor, por favor -, pidió Sami.
              -    Claro, claro, ahora mismo…  Éste es un saquito de arena del “Desierto de Marte”, pero no es ni arena normal, ni un saquito como otros -.
                                       -    ¿Qué quieres decir, Nadia? -, increpó uno de los Gemelos.
             -    La arena de Marte es capaz de hacer visibles  otra vez a los Seres de Niebla, y además puede ralentizar sus movimientos hasta que se vean anulados del todo, caigan al suelo y se rompan en añicos minúsculos, que se convertirán en abono para la tierra… Respecto al saquito dorado que es su continente, creemos que es el de un dios egipcio que lo hizo sin fondo para esconderse allí, tras las pillerías que había cometido con  algunas aldeanas de la zona; y que para que los demás dioses no le encontraran, ni le castigasen… se las ingenió meiéndose en él -.

                   Fue la primera vez que Samanta sonreía en mucho tiempo. Fabio había regresado de su tumba para hacerle ese regalo, el que ayudaría a todos los partidarios de la Luz a acabar con los esbirros de Sua.

                               Ésta quería ir ya al terreno de la guerra, a pesar de seguir convaleciente, sin su brazo derecho. Era diferente; ahora se sentía con más fuerzas de las que creía tener.

“EN OTROS MUNDOS” (122)

    Samanta miraba a los Gemelos con atención, hasta que sin darse casi cuenta se le cayó algo de la mano izquierda que tenía cerrada desde que despertara. Nadia se apresuró a recoger del suelo la cajita rectangular de terciopelo negro.

                    Cajita negra
             -    ¿Qué es esto, Sami? -, preguntó Nadia, con la caja entre las manos, sabiendo la respuesta, pero queriendo comprobar si la otra lo ignoraba.
                        -    No tengo ni idea, de verdad. Sólo sé que en el sueño que tuve, Fabio me lo entregaba en mi veinticinco cumpleaños. Luego, desapareció y cuando lo busqué, encontré a Sua que me enseñó su tumba… ¿Se te ocurre qué podría ser? -.
          Nadia y la caja  -    Quizá… Aunque, tendré que abrirlo y asegurarme -, decretó.

                             El susto de Samanta fue mayúsculo al recordar el “Mito de la caja de Pandora”, y valorar que la que había traído de la ensoñación podría ser semejante a la de la leyenda griega, y si era abierta, expulsara hacia el exterior toda desgracia, todo mal, todo infortunio y toda desdicha, manipulado todo por el fracaso y la adversidad.

     Se precipitó hacia Nadia, y forcejeó con ella para quitarle la cajita. Pero, los Gemelos no la dejaron seguir con su controversia, y la hicieron de nuevo sentarse en la cama.

                  Samanta se sentía nula, como un cero a la izquierda.

          -    Lo siento, compañera. Tengo que ver lo que contiene -, se disculpó Nadia, tanteando para saber cómo proceder.   

                     Estaban nerviosos, pero en el fondo todos confiaban en lo que hiciera Nadia. 

“EN OTROS MUNDOS” (121)

                   El doble del chico le suplantó; era más fuerte y más duró. Dio a Samanta una bofetada, para que se callara…          

                 -    ¿Quieres calmarte ya? ¡Mejor hubiera sido dejarte ahí tirada y que te hubieras convertido en un asqueroso Ser de Niebla! – manifestó aguerrido y hastiado.            

               Después de la cachetada, Sami dejó de llorar, y el muchacho la soltó, viendo que se había tranquilizado.      Aunque realmente no se calmó hasta que apareció Nadia, inquieta por los gritos y chillidos.      

                                 -    ¡Estás despierta, Sami! ¡Cuánto me alegro! -, dijo abrazando a la de la cama, evitando el muñón de su brazo para no hacerle más daño.

            -    Tienes que decirme quiénes son éstos con los que me he despertado… Además no sé donde estoy; bueno, en el Averno otra vez… pero, ¿qué es este sitio? -.      

         Samanta se levantó precipitadamente, y se alejó todo lo que pudo del gemelo amable y del gemelo rudo con cara de indescriptible disgusto…

                        -    ¿De verdad no sabes quiénes son? Ellos te salvaron de que el del hacha no te cortase la cabeza… Gracias a ellos es que ahora estás hablando conmigo -, ratificó Nadia.

                      Gracias
                           Si eso era cierto, Samanta tendría mucho que agradecerles, pero al recordar la ausencia de su brazo, no era capaz de hacerles llegar sus disculpas; según Nadia, cuando Sami iba a lanzar el “Eje del Mundo” sobre Sua, uno de sus vasallos se dio cuenta y le arrojó un hacha que cortó su brazo. Así fue, hasta que perdió la consciencia, y los gemelos corrieron hacia ella para protegerla.

“EN OTROS MUNDOS” (120)

     Tardó un rato más en tranquilizarse; a punto de saltársele los ojos de las cuencas, Samanta empezó otra vez a gritar, sin conocer a quien tenía delante, y no saber lo que buscaba en ella. Su mirada tan embelesadora… era profunda y su piel morena; y apenas le dejaba fijarse en lo alto y joven que era.

     Sus fuertes y musculosos brazos eran los que sujetaban a Sami en aquella mullida cama…

             -    Tranquila, Samanta. Era solo una pesadilla, nada de lo que has soñado era real… Sigues estando en el Averno… Te hirieron, ¿te acuerdas? -.

             Ella revisó su brazo derecho… le faltaba. En su lugar,  solamente había un muñón que era el que le garantizaba que estaba en lo cierto todo lo que aquél le estaba asegurando.

                                    – Ya recuerdo: estamos en guerra… Estamos en el Averno… Y aquel mastodonte malencarado sesgó mi brazo con su hacha, luego, perdí el conocimiento…    Ya recuerdo -, sentenció Samanta, mientras comprobaba con tristeza la ausencia de su miembro superior.

                                                              No pudiéndolo soportar, echó a llorar desconsoladoramente… El muchacho no sabía qué hacer para reconfortarla; así que alguien que estaba tras él, de un manotazo, le retiró rápido hacia un lado.

     Ante el nuevo participante, la chica se tensó otra vez.  Y es que era igual al otro, igual al que le había confirmado que seguían en el Averno; los dos chicos eran como dos gotas de agua.

                           Gemelos

“EN OTROS MUNDOS” (119)

     Samanta le buscaba entre las tumbas, convencida de que el supuesto Fabio no andaría muy lejos. Entre lápidas

                 Por fin, divisó a alguien más que estaba frente a una lápida. Quizá si le preguntara, podría darle alguna pista sobre el paradero del chico, y Sami se dirigió hacia allí sin ninguna duda…

                         -    Por favor, señor… ¿Podría indicarme si ha visto a un chico de unos treinta años por aquí? Llevaba ropa informal, tiene el pelo oscuro y corto, y lleva barba de tres días… -, argumentó Samanta muy educadamente al personaje encapuchado.

     Todavía estaba tapado cuando sacó de su vestimenta una mano esquelética y huesuda para señalar la lápida frente a la que estaban. Y efectivamente, había respondido a la muchacha; en la lápida, el nombre de FABIO dejaba al descubierto que aquella era su tumba.

                  La infeliz Samanta se envalentonó y quiso destapar aquél que la acababa de sumir en el estado más desgraciado y miserable que podría soportar. Al descubrirle, cayó hacia atrás asustada; era el horrible rostro de Sua, el del mismísimo Sua. Sua frente a la lápida de Fabio
     Se derrumbo en la tumba de Fabio… Caía y caía… sin alcanzar nunca el fondo, mientras oía la risa aterradora y sobrecogedora de Sua. Hasta que alguien la despertó y la sacó de esa pesadilla.
     La agitaban de los hombros. Por primera vez, Samanta interrumpía  su grito agónico y abría los ojos.

“EN OTROS MUNDOS” (118)

  Cementerio S. C.  Ese sitio… Al levantar la vista reconoció el lugar… Era el Cementerio de Santa Catalina, aquél donde junto con Tirso y el Ser de Niebla de Silvia, había bajado al Averno para enredarse en esa intrincada guerra entre la Luz y la oscuridad de Sua.

           El chico que hasta entonces había estado descansando al lado de Sami, no dejaba de mirarla pasmado y atónito; así, en cuanto ella se despistó, corrió a darle un beso, pensando que todo era un juego. Samanta, evasiva, giró el cuello hábilmente, y se puso de pie zafándose de aquel muchacho.

              -    Venga, cariño… Deja la chanza ya, que tengo que darte algo -, dijo el chico.

                   ¿Cariño? Samanta no se explicaba por qué le daba ese apelativo…  Sin embargo, sus ojos… en ellos pudo ver un alma… Era el alma inocente y generosa de su amor Fabio. No era su cuerpo, pero sí su espíritu.

     A punto de volverse loca de alegría, se dirigió hacia él, y le abrazó a la vez que besaba sus labios dubitativos de abrirse, después de esa espontánea muestra de pasión inconmensurable. Sus piernas comenzaron a temblar al verla tan efusiva y afectuosa, rindiéndose a todo lo que quisiera de él, pero de pronto se acordó de que debía cumplir una promesa, y se apartó a disgusto de Samanta.

                             – A ver… El día que nos conocimos me dijiste que en tu veinticinco cumpleaños te diera esta cajita. Me hiciste prometer que nunca miraría su contenido… Pues bien, hoy es el día y aquí está el joyero pronunció él, enseñando el erario.

                             Samanta lo tenía ya en sus manos, cuando se sintió algo mareada, como si el sueño se enturbiara. Se restregó los ojos para ver mejor, y cuando buscó de nuevo a Fabio, éste había desaparecido.

“EN OTROS MUNDOS” (117)

     Todo negro… De pronto, un chispazo… Y tumbada entre hojas otoñales, Samanta volvió a ver el cielo raso; estaba azul y en él no había ni nubarrones, ni ningún elemento que amenazara su luz y su sol.  Azul
     Respiraba aliviada sin ningún mal augurio o presentimiento que pudieran distraerla de su placentera estancia entre aquella hojarasca,  e hinchaba su abdomen con el oxígeno puro de la vida y la serenidad.

   ¡Despierta!  La brisa jugueteaba  solazada con los mechones de su pelo, y sólo una vez, experimentó un escalofrío al saber que no estaba sola en… ¿aquel nuevo Mundo?
     Hasta que le vio, y se incorporó estupefacta. A su lado, un chico de más o menos su edad, dormía deliciosamente sin enterarse de la fascinación de Samanta. No era un total desconocido para ella.

                  Al levantarse, Samanta lo hizo sobre los dos brazos… Era imposible que su brazo derecho siguiera ahí después de que en la batalla del Averno había sido cercenado por un hacha enemiga.

                     Arriba, abajo, arriba, abajo, arriba, abajo… movía el brazo con suspicacia.

              -    Tiene que ser un sueño… No es real… -.
                            -    ¿Qué dices, Samanta? ¿Quieres ir a casa ya? -, interrumpió el chico de su lado, mientras bostezaba.

                  Samanta reculó asustada hacia atrás todo lo que pudo sentada en el suelo. No sabía si esa persona querría hacerle daño, pero después de todo se sentía completamente desorientada.

“EN OTROS MUNDOS” (116)

   El “Eje del Mundo” parecía estar ávido de la sangre de Sua; al igual que Samanta, que en su interior reía, manejando la posibilidad de que de aquella guerra, la Luz saliera victoriosa.

                  Cogió el suficiente impulso para que al arrojarle la lanza le hiriera mortalmente, y sujetándola siempre con el brazo derecho se dispuso a dispararla contra aquel monstruo lleno de avaricia y mezquindad del Averno. Sin embargo, en el mismo momento en el que la mano de la chica soltaba el arma, algo imprevisible pasó, que la llenó de espanto y pavor.

                       No podía creer lo que estaba experimentando… Su brazo había sido seccionado de un solo tajo por el hacha de un Ser de Niebla, que había augurado las malas intenciones de la febril Sami contra su jefe.  Incredulidad

                                       Samanta contemplaba su miembro mutilado en la nieve sin saber cómo reaccionar. No tenía lágrimas para llorar, pero la angustia y  el decaimiento se hicieron un hueco en su aterrorizada alma.

                                                 Y antes de que cayera desmayada, su ultima visión fue la del Ser de Niebla que recogió el hacha que había sesgado su brazo tan violentamente. Luego, se acercó a ella para acabar definitivamente con la muchacha.
     Todo se volvió negro y perdió la consciencia y la cordura que tanto hacían sufrir a la desgraciada.

“EN OTROS MUNDOS” (115)

   Si Samanta y Nadia habían aprendido algo de sus catanas, era que éstas eran unas armas tanto ofensivas como defensivas, y el escudo que se les dio a cada una de ellas, fue abandonado en un montículo de nieve.

            Duras combatientes       Luchaban con valentía y acierto entre los Seres de Niebla, no viendo más allá del enemigo translúcido con el que se enfrentaban. Y gritaban y se extenuaban por igual Seres de Luz y humanos orgullosos de serlo, mientras unos peleaban por su esencia y su espíritu, y otros, los de Niebla, por continuar como hasta entonces en el Averno, esclavizando a los hombres y mujeres que morían hasta que   se convertían en lo mismo que ellos, y ya jamás podrían rebatir a su dueño y señor Sua.

     El manejo de la catana es un arte, y a Sami, aunque principiante no se le daba nada mal, atravesando y cercenando a nebulosos del bando contrario. En uno de los instantes en los que se vio más desocupada, capturó a Sua con la mirada que iba montado en una especie de abominación parda y sombría,  seguramente sacada del infierno más infecto de las tinieblas.

                Nadia jamás retrocedía, y al estar totalmente concentrada en el nebuloso que tenía enfrente, no percibió que Samanta había sacado el “Eje del Mundo”. Dirigió la lanza a Sua, y se preparó para tirársela.

                                                -    Va  ser la última vez que creas que el Averno será eterno, criatura de los abismos -, afirmaba Samanta, a la vez que fijaba la vista en el centro del diabólico cuerpo.

     Jamás pensaría que iba a fallar… Nunca había lanzado desde tanta distancia, pero tenía que aprender a confiar en sí misma… Debía eliminar cualquier aspecto negativo… Debía preparar la mente…