“EN OTROS MUNDOS” (117)

     Todo negro… De pronto, un chispazo… Y tumbada entre hojas otoñales, Samanta volvió a ver el cielo raso; estaba azul y en él no había ni nubarrones, ni ningún elemento que amenazara su luz y su sol.  Azul
     Respiraba aliviada sin ningún mal augurio o presentimiento que pudieran distraerla de su placentera estancia entre aquella hojarasca,  e hinchaba su abdomen con el oxígeno puro de la vida y la serenidad.

   ¡Despierta!  La brisa jugueteaba  solazada con los mechones de su pelo, y sólo una vez, experimentó un escalofrío al saber que no estaba sola en… ¿aquel nuevo Mundo?
     Hasta que le vio, y se incorporó estupefacta. A su lado, un chico de más o menos su edad, dormía deliciosamente sin enterarse de la fascinación de Samanta. No era un total desconocido para ella.

                  Al levantarse, Samanta lo hizo sobre los dos brazos… Era imposible que su brazo derecho siguiera ahí después de que en la batalla del Averno había sido cercenado por un hacha enemiga.

                     Arriba, abajo, arriba, abajo, arriba, abajo… movía el brazo con suspicacia.

              -    Tiene que ser un sueño… No es real… -.
                            -    ¿Qué dices, Samanta? ¿Quieres ir a casa ya? -, interrumpió el chico de su lado, mientras bostezaba.

                  Samanta reculó asustada hacia atrás todo lo que pudo sentada en el suelo. No sabía si esa persona querría hacerle daño, pero después de todo se sentía completamente desorientada.

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