“EN OTROS MUNDOS” (131)

     Perplejos, habían visto cómo caían todos los Seres de Niebla. Samanta miraba turbada a sus camaradas…

                -    Y ahora, todo el Averno se ha quedado para nosotros -, aseguraba Nadia.

                  El Gemelo no se fiaba que las cosas hubieran acabado tan fácilmente. Hacía gestos muy raros, y se agachó al lado del fuego como si estuviera chequeando las llamas.

                                       -    ¡Un momento! ¿Habéis visto eso? -, alertó el chico, al darse cuenta de unos extraños chisporroteos que hacían que el fuego se avivase.

     Todas las llamas se estaban unificando en una tremenda hoguera nacarada y Unificación del fuegorojiza de contractuales movimientos; el Gemelo fue el primero en darse cuenta de que en esa masa furiosa se iban dibujando los rasgos de una cara terrorífica… ellas no tardaron en reconocer el rostro del macabro y mezquino Sua.

                                              ... Rostro de Sua...     -    ¡Santo Dios! ¡Si es Sua…! ¡Es Sua! -, exclamó Samanta espantada.

     Nadia no perdió el tiempo, y pellizcando a los demás para que reaccionaran, los alentó para que la siguieran hacia el lago, por donde Samanta había llegado hasta allí con Silvia y con Tirso. Quizá en esas aguas hubiera abierto otro agujero dimensional por el que podrían escapar de la gigantesca bestia.

                             Samanta dudaba que el agujero todavía estuviera abierto. Además, ahora le daban arcadas; cada vez se sentía peor.