Samanta se dio cuenta entonces, de que Silvia y Tirso no debían andar muy lejos. Podía llamarles para que la pudieran ayudar. Haciendo un enorme esfuerzo, logró sacar la cabeza del agujero, que aspiraba a tragársela vorazmente.
- ¡¡¡Silviaaaaaaaaaaaa!!!!!!!! ¡¡¡¡¡Tirsooooooooooo!!! ¡¡Ayudaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!! -, gritó desconsolada ésta.
Llegó Silvia y abrió la puerta violentamente. Algo le ocurría a su amiga para que chillara de esa forma.
Antes de nada más, Sami miró de nuevo hacia la niña, que estaba a pocos pasos como escrutando la pavorosa circunstancia, como demasiado impresionada para hacer nada. Sin embargo, a ella también le estaba pasando algo: su rostro estaba desapareciendo, una opaca humareda la cubrió, y una espesa niebla revistió toda la habitación.
Se transformó en algo que a Samanta se le hacía conocido; lo había visto en el cementerio anteriormente. La niña se había convertido en un Ser de Niebla, en una sierpe del infame Sua… Debía haber hecho caso a Silvia cuando insistía en que la pequeña muchachita estaba muerta, verdaderamente.
Silvia también se veía irremisiblemente atraída por el recio vendaval por el que el agujero dimensional lo lanzaba envolventemente, para engullir así todo lo que estuviera a su alcance; se iba agarrando a todo lo que podía como si fuera una gata y tuviera sus uñas y toda su capacidad felina, para que sus movimientos fueran exactos y precisos hasta llegar a Sami.