De pronto, un grito rompió la calma en el cementerio. Era Silvia, que desesperada, llamaba a Tirso.
Samanta también se acercó sin perder tiempo, y comprendió que su amiga estuviera fuera de sí: su madre se había desplomado sobre la lápida, y su marido se esforzaba en reanimarla, aunque sus conatos no parecían ser efectivos. Silvia quería ayudar a su padre, pero no podía tocar a ninguno de losdos,ni a uno, ni a la otra; la joven, Tirso y Samanta estaban viviendo en un mundo en paralelo, pero en ése en el que estaban, sólo tenían derecho a existir, a mirar pero no a tocar… no tenían derecho a influir de alguna forma, en el presente del mundo real.
Enseguida, llegó una ambulancia que se llevó a la mujer al hospital del pueblo; su esposo la acompañaba cuando despertó.
Los tres se miraban sin saber muy bien lo que había ocurrido. Entonces, Silvia sentenció:
- Yo voy al hospital, quiero saber lo que le ha pasado -.
Entre Samanta y Tirso intentaban tranquilizar a la muchacha, no obstante su decisión parecía inamovible.
Entendible la actitud de Silvia, querer saber lo que ha pasado ante fatal realidad.
Un saludo grande Ana
Saludos, Beatriz. SÃ, es verdad, son unos momentos difÃciles para ella, pero cree que ya sabe lo que tiene que hacer, aunque tenga que pasar por alto algunas cosas; aunque, su opinión no deberÃa ser rotunda… Un abrazo.