En el dormitorio, Fabio estaba pensando que Samanta le había dejado; habían discutido esa misma tarde por lo que él calificaba como tonterías, pero quizá para ella no lo eran tanto, y por eso había tomado la determinación de largarse de su vida y de su corazón. Sus ojos estaban vidriosos, y aún permanecía en estado de shock cuando se dio cuenta de que todo allí estaba desordenado y revuelto, como si el forcejeo en aquella habitación hubiera sido algo recurrente.
Además, los armarios de Sami estaban intactos; toda su ropa seguía allí, y lo que necesitaría en un día normal seguía ocupando su sitio ignorando dónde estaba su dueña. A Fabio se le quitó un peso de encima, cuando tomó conciencia de que su novia no podía haberle abandonado; aunque la sensación de plenitud duró poco, al reflexionar en que Samanta no se habría ido donde quiera que estuviese sin un relevante motivo, sin que la hubieran obligado a dejar el piso.
Samanta no había tenido ni un segundo todavía para pensar en Fabio. Estaba tan cansada que se durmió en el regazo de Silvia, hasta que cuando hubo amanecido, Tirso las llamó para que contemplaran el precioso día que se había levantado en el camposanto.
Vaya Pilar,
Es una historia que atrapa que quieres el siguiente capitulo, asà que esperare el de mañana, y los siguientes.
Ha valido la pena seguirte hasta aquÃ.
Besos.
Me alegra mucho que me digas eso. Continuaré con la historia, animada por tus palabras. Un beso.
Esto se pone cada vez más interesante, con el amanecer en un campo santo hasta da frÃo de pensar…
Saludos