“EN OTROS MUNDOS” (138)

   
     Sami debió quedarse dormida, porque para cuando quiso darse cuenta estaba llegando a la casa que sería su hogar, en los brazos de su entusiasmada madre. Se acercó a ellas alguien a quien podía entender… Había reaparecido “La Niña”, aunque ésta ya no tenía nada de pequeña; tendría unos catorce o quince años, y su proclive palidez, de la que sobresalían unos pómulos sonrojados y tersos, hacía una espiritual mitificación de la beldad y la serenidad.
     A los pocos días de estar allí, Samanta fue reconociendo a la gente de la casa, y lloraba de la emoción, aunque como buen bebé no paraba de hacer gorgoritos y más burbujas de voz, entre llantos y más llantos…
     Su madre y su padre llevaban con ella desde antes de nacer… Eran los semblantes de Silvia y Tirso… Ellos no tenían conciencia de haber sido Seres de Niebla, ni de haber estado en el Averno, ni de haber obedecido a Sua…
     No sabían del pasado de Sami, ignoraban que hubiera agujeros dimensionales que nos llevarían a uno o a otro mundo… La pareja no entendía la complicidad creada entre ella y “La Niña”, aunque les encantaba verlas jugar y cuchichearse secretos sobre La Luz, y vidas pasadas en senderos muy lejanos.

     “La Niña” fue  adoptada; llegó hasta Tirso una noche de lluvia de hace diez años perdida y desconsolada… Desde entonces, no volvieron a separarse, y su esposa Silvia cansada de buscar un hijo y no encontrarlo, la aceptó como si fuera suya.
     Después de los años serían bendecidos con otro retoño… Samanta…

Un pensamiento sobre ““EN OTROS MUNDOS” (138)”

  1. Gracias amiga por tus palabras, tú también tendrías que publicar tu novela. Adelante!! que está novela merece llegar a más lectores.

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