“EN OTROS MUNDOS” (136)

   Había un muro entre ellas, algo que hacía más complicada su comunicación…

              -    Soy La Niña del hospital, ¿te acuerdas de mí, Sami? Os he buscado por todo el mundo real y di con vosotros, pero me faltabas tú… Después de que nazcas, un día cualquiera, como todos, nos olvidaremos de nuestras aventuras dimensionales, y podremos disfrutar de todo lo que en la vida nos ofrece la Luz -, confesó la supuesta desconocida.

     Samanta notaba que La Niña la estaba acariciando, podía sentir su cálido tacto, aunque indirectamente. Si había entendido bien, ella aún no había nacido y estaba dentro de la barriga de la madre.  Dentro

                 Parecía increíble que como La Niña anunciaba Samanta ya estaba a punto de salir al mundo; no sería ya la misma, claro… La Luz había vencido por lo visto, y ya no habría Averno tal como lo conocían…

          -    Mientras Sua agonizaba con el Eje del Mundo que le lanzaste, el Ser de Luz bajó hasta él, y le ofreció un pacto por el que sus nebulosos muertos volverían a nacer humanos como había sido concedido antes… y todos los demás que forman la Luz ya no dejarían de existir, pasarían a pertenecer a nuestro mundo, y se convertirán en árboles, en agua, en rayos de sol, en el polen que vuela y nos recrea, en las ardillas o las  mareas que nos decoran la existencia… Sólo tuvo que convencer a Sua de que el verdadero Averno estaba aquí arriba, donde ya hay bastante sufrimiento para que el siniestro ser oscurezca las visiones humanas, y el espacio es suficiente para que las tinieblas y la Luz pervivan por siempre -.

                    Le gustaría mucho ver a La Niña.

Un pensamiento sobre ““EN OTROS MUNDOS” (136)”

Los comentarios están cerrados.