“EN OTROS MUNDOS” (129)

     Los insufribles Seres de Niebla avanzaban hacia Nadia riendo a carcajadas. Ella veía muy claro su final, sin embargo, adoptando la pose más agresiva que pudo, se dispuso a cortar con su espada en dos a todo aquél que se le pusiera por delante.

                -    ¡Acabareis conmigo, pero antes me llevaré por delante a todo el que pueda! -, anunció Nadia.

                             Samanta desde la parte de atrás se sentía muy orgullosa de su amiga. No hacía otra cosa que preguntarse si podría hacer algo para salvarla, pero estaba en blanco.

Terreno embarrado
            Para su sorpresa, se fijó que el Gemelo rebuscaba en el barro y se ensuciaba las manos buscando piedras, de las más duras que hubiera.

                              -    ¿Qué es lo que haces? -.
                                          -    ¡Venga, ayúdame! Les arrojaremos piedras, quizá así les distraigamos y dejen a Nadia en paz… -.

     Sami se tiró al suelo para recoger piedras con su única mano. No sabía si funcionaría… Lo intentarían, a pesar de todo; luego, saldrían corriendo.

                      Cuando las espadas habían iniciado ya a cruzarse con la de Nadia, ellos empezaron a tirar piedras a los Seres de Niebla, pero no servía de nada. Las piedras los traspasaban como si nada; y es que eran niebla y humo espectral realmente… cuando los atravesaban, lo que sí se formaba en sus fantasmales cuerpos era un pequeño remolino de ceniza y humo, que desaparecía sin dañarlos en absoluto.      El saquito con la arena de Marte continuaba rígido en el suelo, hasta que el viento lo hizo tambalearse y caer.

2 pensamientos sobre ““EN OTROS MUNDOS” (129)”

  1. Querida Pili

    Leo con creciente placer más o menos todas las semanas el desarrollo. Se ha convertido en algo adictivo; hay quienes dicen que la literatura no tendría que funcionar así; por ejemplo, critican que el escritor deba forjar una página diaria para mantenerse en forma y lo comparan con la dosis de droga que requiere un inveterado. Por mi parte pienso que no es así; que un texto como el tuyo se convierte en entrañable, precisamente cuando atraviesa nuestras entrañas y forma parte de ellas. Cuando en un sentido casi físico se asimila a nosotros y tu habilidad como escritora lo transforma en una de las cosas más queridas.

    Manejas la guerra y todos sus matices como si fueras un compositor que se mueve entre las armonías, los tonos y las modalidades. Se atraviesa un límite importante cuando conviertes tu literatura en algo audible, cuando logras poner en un primer plano el ritmo sutil que la anima.

    En cuanto a los temas, te pido que recuerdes la diferencia entre sacerdotes y guerreros. En realidad, en occidente, la traducción de las castas hindúes se establece con el hombre tamásico, es decir aquel que hunde sus raíces en lo profundo y se alimenta de las formas más bajas de energía. De aquí surgirían los esclavos, los campesinos y los siervos de la gleba.
    Lo sigue el hombre hílico, es decir expansivo, que se divide entre comerciantes y guerreros. Ellos representan la expansión del ser.
    Finalmente están los hombres neumáticos, de los que nace el sacerdocio. Históricamente, en la India, en el siglo VI se produce la “rebelión de los ksatriyas”, que durante la Edad Media tuvo su correlato en Occidente. Se trata del levantamiento de la clase guerrera contra el estamento sacerdotal y la atribución de este carácter al soldado. En la época contemporánea, Julius Evola, contemporáneo de René Guénon fue el representante de esta tendencia, y signficativamente adhirió al nazismo y al fascismo.
    Me gustaría que leyeras de él “Metafísica del sexo”, pero hasta ahora no lo he podido encontrar. En cambio te enviaré “Metafísica de la guerra” que puede serte útil para ajustar y continuar “Otros mundos”.

    Te quiero muchísimo
    Te envío un arsenal de besos

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