EN OTROS MUNDOS (3)

Samanta se encogió de cuclillas en un rincón del dormitorio, pero reunió el suficiente valor para acercarse poco a poco al acuario. Notaba una atracción singular hacia las luces, sentía como si fuera un imán lo que la hiciera reaccionar, y ella tuviera un corazón totalmente férrico.
     Ante ese acuario espumeante, se encontró completamente paralizada. Sintió un suave hormigueo por todo su cuerpo… Todos los músculos de su cuerpo se tensaban… Se apreció muy débil y a punto de desfallecer… Samanta experimentó en sus carnes que su tamaño natural iba disminuyendo paulatinamente; lejos de asustarla, una calma infinita la hizo entregarse a las aguas del acuario. Ahora, sus peces, los que le acompañaban en el agua eran más grandes que ella, y buceaba entre ellos.
     En su nueva situación, Samanta no estaba nerviosa… Era como si hubiera escapado de algo, algo que la perseguía… Y así era, pero no logró entenderlo, hasta que mientras aleteaba en las aguas, lo vio detrás del cristal. La criatura de ojos rojos y aspecto iracundo y colérico, era el ser más desagradable y desapacible que había visto,

vampiro   enfundado en un traje tan oscuro como la noche; la estaba observando fijamente desde el exterior del cristal, con sus sucias zarpas impresas en el acuario. Las quitó para remangarse, y atraparla en su nuevo escenario, cuando otro ser lleno de luz, al que Samanta no podía ver bien porque estaba cegada plenamente por sus brillos, se puso a luchar con el otro ser maléfico, encarnizadamente. Sin tener en cuenta lo que estaba pasando, uno de los peces de Samanta comenzó a dar vueltas alrededor de ella.pez Quizá quería que le siguiera: buceó detrás de él y le llevó hacia la figura de una mujer con un cántaro de  agua en la cabeza, o eso simulaba la figura estática. A Samanta le pareció que ésta tenía el brazo resquebrajado, pero al tocarlo para intentar arreglarlo, cedió, y la chica volvió a sentirse tan frágil e  inconsistente como antes.

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