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“En otros mundos”

Esta novela es la que he escrito para ti…  “EN OTROS MUNDOS" es una historia que hoy ha llegado a su final. Para su protagonista Samanta el fin va a representar el principio, y seguirá acompañada así de los personajes en los que supo despertar amor y amistad.

    Sin más te he ofrecido aventuras y momentos inesperados en las entregas de "EN OTROS MUNDOS", una novela-blog a tiempo real, en la que los lectores han contribuido en gran parte a que me viera resuelta para continuar este proyecto hasta el fin.                                
                  Muchas gracias por haber mantenido esta historia viva durante más de 1 año…

            (Dedicado a mi yayo Enrique, que me estará contemplando desde la Luz… D.E.P.)

                            Nº Registro Prop. Intelectual: VI-165/2009

                                   © Pilar Ana Tolosana Artola 2009

                                    Este texto no puede reproducirse sin permiso.

“EN OTROS MUNDOS” (139) – Entrega final

                          Un parque cercano

         Siempre solía ir al parque con mamá, y cuando “La Niña salía del colegio venía a pasear con ellas. En cierto momento, en uno de los días, se puso a hablar con una chica embarazada que empezaba a estar  nerviosa porque se aproximaba el parto.

                 "La Niña" con Sami        Mientras, “La Niña” me aupó con muchísimo cuidado. Era un día soleado de Primavera…

                  -    ¿Ves la Luz? Siempre seguirá ahí… tu amiga Nadia eternamente estará contigo,  y Fabio… y todos los que lucharon a tu lado en el Averno. AHORA FORMAN PARTE DE LA NATURALEZA…- dijo.

                      Samanta volvió al carrito y durmió. Cuando despertó, ya no recordaba nada de lo que había pasado; era un bebé al que le quedaban muchos años por delante…     Pase lo que pase, siempre se hará la Luz.

                      Fin

“EN OTROS MUNDOS” (138)

   
     Sami debió quedarse dormida, porque para cuando quiso darse cuenta estaba llegando a la casa que sería su hogar, en los brazos de su entusiasmada madre. Se acercó a ellas alguien a quien podía entender… Había reaparecido “La Niña”, aunque ésta ya no tenía nada de pequeña; tendría unos catorce o quince años, y su proclive palidez, de la que sobresalían unos pómulos sonrojados y tersos, hacía una espiritual mitificación de la beldad y la serenidad.
     A los pocos días de estar allí, Samanta fue reconociendo a la gente de la casa, y lloraba de la emoción, aunque como buen bebé no paraba de hacer gorgoritos y más burbujas de voz, entre llantos y más llantos…
     Su madre y su padre llevaban con ella desde antes de nacer… Eran los semblantes de Silvia y Tirso… Ellos no tenían conciencia de haber sido Seres de Niebla, ni de haber estado en el Averno, ni de haber obedecido a Sua…
     No sabían del pasado de Sami, ignoraban que hubiera agujeros dimensionales que nos llevarían a uno o a otro mundo… La pareja no entendía la complicidad creada entre ella y “La Niña”, aunque les encantaba verlas jugar y cuchichearse secretos sobre La Luz, y vidas pasadas en senderos muy lejanos.

     “La Niña” fue  adoptada; llegó hasta Tirso una noche de lluvia de hace diez años perdida y desconsolada… Desde entonces, no volvieron a separarse, y su esposa Silvia cansada de buscar un hijo y no encontrarlo, la aceptó como si fuera suya.
     Después de los años serían bendecidos con otro retoño… Samanta…

“EN OTROS MUNDOS” (137)

   De repente, cuando ya Samanta tenía algo más clara su posición, todo empezó a temblar y a convulsionarse… Las sacudidas cada vez eran más constantes; la madre que le acogía en su vientre se había puesto de parto; iba a dar a luz a Sami…

                       Dar a luz

                     Le pareció que había salido muy deprisa entre los gritos y las respiraciones de su madre, a las manos de un señor enmascarado y manchado de sangre; con seguridad, era el médico que había atendido el parto. Al lado, una enfermera cogió a la bebé por los pies y le dio un azote, para que reaccionara tal y como hizo… Con el llanto anunciador de vida.

              La bebé Sami

                                   La primera persona que Sami pudo ver fue a su madre que la arrulló entre sus brazos   con amor. Creyó conocer ese rostro femenino, pero no distinguía bien los contrastes como era normal; acababa de nacer.

                                                     Desde el fondo del quirófano se acercó poco a poco su supuesto padre; a pesar de llevar una mascarilla, a Samanta tampoco le resultaba un extraño cuando le besó la manita.

     La recién nacida sabía exactamente qué les quería preguntar… Con todo, ni podía hablarles, ni entendía nada de lo que le decían. Luego, unas enfermeras se la llevarían a otra sala con unas cunas de cristal, en las que en cada una había un niño ente las mantas.

“EN OTROS MUNDOS” (136)

   Había un muro entre ellas, algo que hacía más complicada su comunicación…

              -    Soy La Niña del hospital, ¿te acuerdas de mí, Sami? Os he buscado por todo el mundo real y di con vosotros, pero me faltabas tú… Después de que nazcas, un día cualquiera, como todos, nos olvidaremos de nuestras aventuras dimensionales, y podremos disfrutar de todo lo que en la vida nos ofrece la Luz -, confesó la supuesta desconocida.

     Samanta notaba que La Niña la estaba acariciando, podía sentir su cálido tacto, aunque indirectamente. Si había entendido bien, ella aún no había nacido y estaba dentro de la barriga de la madre.  Dentro

                 Parecía increíble que como La Niña anunciaba Samanta ya estaba a punto de salir al mundo; no sería ya la misma, claro… La Luz había vencido por lo visto, y ya no habría Averno tal como lo conocían…

          -    Mientras Sua agonizaba con el Eje del Mundo que le lanzaste, el Ser de Luz bajó hasta él, y le ofreció un pacto por el que sus nebulosos muertos volverían a nacer humanos como había sido concedido antes… y todos los demás que forman la Luz ya no dejarían de existir, pasarían a pertenecer a nuestro mundo, y se convertirán en árboles, en agua, en rayos de sol, en el polen que vuela y nos recrea, en las ardillas o las  mareas que nos decoran la existencia… Sólo tuvo que convencer a Sua de que el verdadero Averno estaba aquí arriba, donde ya hay bastante sufrimiento para que el siniestro ser oscurezca las visiones humanas, y el espacio es suficiente para que las tinieblas y la Luz pervivan por siempre -.

                    Le gustaría mucho ver a La Niña.

“EN OTROS MUNDOS” (135)

  Eso querría decir que si ella era un Ser de Niebla, el Averno de Sua no habría muerto y nada hubiera cambiado, salvo que el reino de la Luz y los humanos se hubieran apagado para siempre.

          Sería la razón por la que Samanta estaba rodeada de una oscuridad impenetrable. No sentía si estaba en aguas frías o cálidas, pero seguía sumergida en un líquido tenebroso y sugestivo a la vez.

                Sus movimientos eran lentos y pesados… Al abrir los ojos, comprobó que volvía a tener dos brazos, y quiso reírse sin conseguirlo del todo… Se sentía totalmente protegida, a pesar de estar enteramente desubicada.

                           -    ¡No puedo ver nada con claridad! ¡Y no me importa! -, meditaba.

     Tenía sueño constantemente, y a ratos le parecía hasta tener hambre; no obstante, en cuestión de segundos estaba saciada. Al rato, empezó a escuchar una música suave y dulce; y luego, una voz femenina empezó a acompañar esos acordes con palabras que Sami no entendía, pero que le parecían igual de tranquilizadoras y cariñosas…

                     La apacible canción se fue apagando hasta que ya no se oyó nada.  Samanta se iba a quedar dormida, pero otra voz desconocida para ella irrumpió en tanta serenidad y paz.

                                                        -    ¿Me oyes, Sami? Tenemos que hablar -, mencionó aquella otra voz aguda y segura de que era Samanta la receptora de aquel mensaje.

                   Desestabilizó la calma de la pobre Samanta, que no esperaba un susto como aquél; aunque lo intentó, no supo reconocer a la muchacha que hablaba con ella.

“EN OTROS MUNDOS” (134)

    Samanta, recogió el Eje del Mundo, y no dudó en lanzárselo a Sua, a pesar de que luego vacilaría de si se iba a clavar en su cuerpo o no dándose cuenta de la gran distancia entre ellos.

                Grieta en el hielo

     En el mismo instante, distinguió que las Estrellas Voladoras ya habían sido lanzadas y se dirigían palmariamente a ella… Pero, Sami justamente resbalaba entre los hielos, y caía al agua con suavidad, como si fuera una bolsita de té.

     Chapoteó el tiempo necesario para precisar que su lanza se había hundido en el torso llameante de Sua, y que las Estrella Voladoras se habían clavado en la placa de hielo, que ella hasta entonces había ocupado.

                     Se encontraba débil… Samanta apenas podía nadar en esas aguas gélidas… Sobre todo, echaba en falta el brazo que le faltaba…

     Era su obra: orgullosa, contemplaba cómo Sua agonizaba en el suelo, cómo su fuego disminuía a cada centésima de segundo, y cómo el único Ser de Niebla que le acompañaba se desesperaba porque a partir de ahora no sabía lo que iba a pasar con el Averno.

     A la vez, Sami podía sentir sus pulmones llenos de agua y que el frío y el miedo paralizaban todos sus músculos. Sólo pudo percibir, antes de que el agua se la tragara que no… que no tenía cuerpo…

                ¿Y eso qué querría decir? Todo había sido muy real; sin embargo, su invisibilidad estaba ganando la partida… Unos calambrazos insufribles la recorrían de arriba abajo hasta que se ahogó en un grito de angustia y pánico… SAMANTA ERA UN SER DE NIEBLA…

“EN OTROS MUNDOS” (133)

   Esto les había dado unos minutos… Las dos se adentraban entre las placas del lago helado.        Placas de hielo

     A Samanta le flaqueaban las piernas y calló de rodillas…

                          – ¡Vamos, amiga! El agujero dimensional no puede estar tan lejos, levanta, venga -, dictaba Nadia, mientras la ayudaba.

             Sua estaba detrás de ellas otra vez junto al Ser de Niebla recién convertido, y al poner su pie de fuego en el hielo, se empezó a recalentar tanto que se fracturó en simas cada vez más profundas, que acabarían por separar a Nadia y a Sami.

                 -    ¡Tranquila, Samanta! ¡Mantente en pie! ¡Sólo tienes que mantenerte en pie! -, aconsejaba valientemente.

     Se miraron cómplices y es que quizá había llegado el momento de usar contra Sua el Eje del Mundo que Nadia guardaba en la espalda; así que apuntó la lanza hacia él, sin percatarse de que una de las Estrellas Voladoras de Sua se le iba a clavar justo en la frente.

                  Una lágrima de sangre cruzó su cara, y resquebrajado su cerebro y su valor, Nadia antes de desaparecer se impulsó hacia la placa de hielo de Sami; antes de resbalar hacia lo más profundo, le daba a ella la lanza con la que podía acabar con su agresor. El grito de Sami

                      Divisó a lo lejos que tanto Sua como su Ser de Niebla, calculaban la mejor estrategia para clavarle a Samanta, sendas Estrellas que el jefe de las tinieblas había guardado para un momento como ése.

“EN OTROS MUNDOS” (132)

  Sua les pisaba ya los talones, y aunque intentaban no mirar hacia atrás, su aliento llameante y sus rugidos apabullantes, hacían reconocer la furia y la ira del gigantesco monstruo de fuego y llamas.

                    El Gemelo iba detrás de las chicas en dirección al lago, y empezó a dudar de si era lo correcto, de si no habían llorado ni una sola lágrima por la muerte de su hermano, de si verdaderamente no quería dejar el Averno, de si vivir eternamente de la dependencia y servidumbre de Sua no fuera tan malo… Se paró ante el paraje todavía helado, ya que el monstruo no había pasado por allí, derritiéndolo.

                                  -    ¡Date prisa! ¿Qué haces ahí parado? ¡Venga, tenemos que atravesar el lago! -, le gritó Nadia al verle inmóvil.

     Entonces, Sua se detuvo ante él, y lejos de lo que pensaban Samanta y Nadia, no lo devoró ni le invitó a que formara parte de sus llamas… Tuvo suficiente paciencia para que el muchacho perdiera totalmente la fe y la esperanza, firmes pilares de la Luz; y esperó a su metamorfosis en Ser de Niebla, a su transformación en uno de sus esbirros, a que tras un halo oscuro y sombrío, el Gemelo dejara de ser un humano para convertirse en una criatura nebulosa.

Lago helado
    

                 Las chicas avanzaban por las aguas heladas. No estaban dispuestas a que les pasara lo mismo…

                   El corazón de Nadia era un témpano de hielo o estaba tan preocupada por que saldrían de allí, que no podía pensar en nada más. No hablaba, sólo amarraba con fuerza la muñeca de Sami.

“EN OTROS MUNDOS” (131)

     Perplejos, habían visto cómo caían todos los Seres de Niebla. Samanta miraba turbada a sus camaradas…

                -    Y ahora, todo el Averno se ha quedado para nosotros -, aseguraba Nadia.

                  El Gemelo no se fiaba que las cosas hubieran acabado tan fácilmente. Hacía gestos muy raros, y se agachó al lado del fuego como si estuviera chequeando las llamas.

                                       -    ¡Un momento! ¿Habéis visto eso? -, alertó el chico, al darse cuenta de unos extraños chisporroteos que hacían que el fuego se avivase.

     Todas las llamas se estaban unificando en una tremenda hoguera nacarada y Unificación del fuegorojiza de contractuales movimientos; el Gemelo fue el primero en darse cuenta de que en esa masa furiosa se iban dibujando los rasgos de una cara terrorífica… ellas no tardaron en reconocer el rostro del macabro y mezquino Sua.

                                              ... Rostro de Sua...     -    ¡Santo Dios! ¡Si es Sua…! ¡Es Sua! -, exclamó Samanta espantada.

     Nadia no perdió el tiempo, y pellizcando a los demás para que reaccionaran, los alentó para que la siguieran hacia el lago, por donde Samanta había llegado hasta allí con Silvia y con Tirso. Quizá en esas aguas hubiera abierto otro agujero dimensional por el que podrían escapar de la gigantesca bestia.

                             Samanta dudaba que el agujero todavía estuviera abierto. Además, ahora le daban arcadas; cada vez se sentía peor.